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JAVIER MARTÍNEZ
Martes, 12 de febrero 2008, 02:52
La vida ha puesto a Hocine Kedache más obstáculos de los que podría saltar la voluntad de cualquier persona. Una infancia con demasiadas penurias, varios trabajos arduos y penosos, el entierro de su madre al que no pudo asistir y tres años entre rejas por una acusación de terrorismo.
Un bagaje cargado de sufrimiento y sospechas que Kedache, sereno siempre ante las adversidades, ha soportado con una actitud estoica. Desde el pasado lunes, este argelino de 52 años ya se pasea otra vez con la cabeza muy alta por las calles de Valencia.
La Audiencia Nacional ordenó su puesta en libertad después de que cumpliera en prisión preventiva la mitad de la pena máxima a la que puede ser condenado. Kedache proclama su inocencia mientras espera una sentencia que se dará a conocer en los próximos días.
"Nunca he tenido nada que ver con el terrorismo. Mi detención ha sido un error, aunque no guardo rencor a la policía", asevera. "Confío en la justicia de España, y espero que se den cuenta de que soy un musulmán partidario de la paz y enemigo de las guerras", añade con el rostro cariacontecido.
Pero la policía y los fiscales Pedro Rubira y Dolores Delgado no piensan lo mismo. Kedache fue detenido en octubre de 2004 en Valencia durante la Operación Nova tras ser acusado de integración en organización terrorista y conspiración para cometer atentados.
Según las investigaciones policiales, el argelino pertenecía presuntamente a una célula islamista que preparaba atentados contra varios objetivos en Madrid, entre ellos la Audiencia Nacional.
30 detenidos en la operación
Kedache negó siempre esta grave acusación tanto en los interrogatorios policiales como en el juicio. Sin embargo, el sospechoso fue encarcelado al igual que otros 29 presuntos terroristas islamistas arrestados en la misma operación policial.
Ahora, tras quedar en libertad provisional, el imputado afirma que ha pasado tres años en la cárcel por "una acusación sin pruebas de terrorismo".
En los cinco centros penitenciarios que estuvo preso en Albacete, Almería, Pontevedra, Valdemoro y Palma de Mallorca, Kedache dedicó mucho tiempo a leer, una de sus aficiones favoritas, y reflexionar. Todos los días se preguntaba qué hacía él en la cárcel. "La policía y los funcionarios de las prisiones siempre me trataron con mucho respeto, aunque fue duro, sobre todo el día que murió mi madre. No me dejaron ir al entierro", asegura.
Se refugió en el Corán y en el libro más importante de la literatura española: . Devoró páginas y páginas sobre la penosa vida de Cervantes en la prisión de Argel, y llegó a la conclusión de que él era tan inocente como el ilustre escritor.
"Mi único pecado fue acoger a Allekema Lamari en mi casa un año antes de los atentados", señala. "Yo no sabía nada de sus planes terroristas", aduce en su defensa.
Un joven tímido e introvertido
Recién llegado a Valencia, Kedache conoció en 1993 a un joven argelino, tímido e introvertido, que 11 años después lideró el grupo islamista que perpetró los atentados del 11-M. Era Allekema Lamari. Los dos hombres compartieron varios trabajos en el campo hasta que Lamari fue apresado en 1997 en Valencia como presunto cabecilla de una célula del Grupo Islámico Armado.
Tras salir de la cárcel en 2002 por un error judicial, el terrorista argelino regresó a Valencia un año después. "Me llamó un día y dijo que no tenía dónde dormir. Estuvo unos dos meses conmigo hasta que lo tiré de casa porque no trabajaba", explica. "Él decía que era inocente, que sólo era un musulmán que practicaba y no un terrorista", añade Kedache.
En julio de 2003, Lamari abandonó el piso de la calle Doctor Waksman donde residía con su amigo y se marchó a Madrid. Allí contactó con otros islamistas y comenzó a planear la masacre de los trenes. Kedache insiste en que desconocía las actividades terroristas de Lamari. "Se enfadó conmigo porque lo tiré de casa y ya no lo vi más", manifiesta.
En cuanto a su relación con Djimali Mazari y Salah Zelmat, dos de los detenidos en la Operación Nova, Kedache matiza que los conocía por motivos profesionales. "Mazari me estaba ayudando a montar una tienda de verduras en Valencia, y a Zelmat lo conocí porque yo era mecánico como él."
Cuando termine el proceso judicial, el sospechoso quiere seguir viviendo en Valencia y volver a trabajar de mecánico en una empresa.
A los 12 años ya descargaba camiones y limpiaba barcos en Argelia. Su niñez fue dura. Muy dura. Kedache abandonó el pueblo costero de Dellys cuando comenzó el conflicto armado entre el Gobierno argelino y varios grupos rebeldes islamistas. Era el año 1991. Huyó del horror de una guerra civil que se cobró entre 150.000 y 200.000 víctimas mortales.
El inmigrante argelino viajó a España en busca de una vida mejor. Trabajó en labores agrícolas en Lleida durante un año hasta que se estableció en Valencia. "Recogía almendras, aceitunas y naranjas porque no encontraba trabajo como mecánico, que es mi oficio", recuerda Kedache. "Me acogieron muy bien. La verdad es que los españoles siempre se han portado muy bien conmigo", añade.
Cinco domicilios en Valencia
En octubre de 1992 convivió con varios marroquíes en un piso del barrio chino de Valencia. Una vivienda de Catarroja, una casa de campo en Picassent y una planta baja situada junto a la avenida del Puerto en Valencia fueron otros de los hogares de Kedache antes de alquilar un piso en la avenida Doctor Waksman.
Enviaba dinero a su familia siempre que podía. En Argelia se quedaron sus padres y sus ocho hermanos, uno de ellos inspector de la policía. Este fue el que más defendió la inocencia de Kedache.
"Envió cartas al ministro del Interior y al presidente de Argelia. Mi hermano sabe muy bien que yo no soy un terrorista e hizo todo lo que estaba en sus manos. Le estoy muy agradecido."
De Lamari no puede decir lo mismo. Kedache piensa que ha pagado un precio muy alto por la amistad que mantuvo con uno de los suicidas de Leganés. "Si no llega a vivir en mi casa seguro que no me hubiesen detenido", especula.
El imputado aún recuerda el día que lo conoció: "Me lo presentó otro amigo. Lamari trabajaba en un invernadero en Ribarroja junto a la carretera de Madrid, y le pedí que hablara con su jefe para que me diera empleo".
Pero la empresa se frustró. "Al final no pudo ser. Lamari se rompió una pierna cuando huía de unos cabezas rapadas que entraron en el invernadero para agredirle", relata Kedache.
Este incidente motivó una discusión con su patrón al no considerar los hechos como un accidente laboral, y los dos argelinos buscaron otro trabajo en el campo.
Años después, Kedache consiguió un contrato de mecánico en la empresa de recogida de basura Agricultores de la Vega. Allí se ganó el afecto y el reconocimiento de sus jefes y compañeros hasta que fue arrestado a finales de marzo de 2004.
Ahora quiere pasar página y volver a empezar. "Tengo mi conciencia muy tranquila y creo que todo puede volver a ser como antes de mi detención", asegura con firmeza.
jmartinez@lasprovincias.es
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