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Comunidad Valenciana

Un vigilante para siete terroristas

A. CH.

Domingo, 30 de marzo 2008, 06:49

Módulo de la unidad de Preventivos de la cárcel de Picassent, integrada por reclusos de primer grado, los más peligrosos y conflictivos. Quedan escasos minutos para que tenga lugar en la prisión uno de los incidentes más graves de los últimos años en la cárcel valenciana: el motín de cuatro internos y el secuestro durante 12 horas de tres empleados penitenciarios.

Un sólo funcionario acompaña a sus celdas a siete reclusos. Y no son unos internos cualquiera: seis de ellos están presuntamente relacionados con terrorismo islamista y otro de ellos es supuesto miembro de los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (Grapo). Mientras el funcionario encierra uno a uno a los internos en sus celdas, los amotinados empiezan su exhibición de agresividad: uno de ellos entra corriendo desde el patio y golpea violentamente al empleado con una cancela en la cara. Fue el pistoletazo de salida del violento secuestro que mantuvo en vilo toda la noche a la cárcel de Picassent.

La escasa vigilancia de los internos por la falta de personal que sufren los trabajadores penitenciarios de la prisión valenciana queda demostrada con esta escena, confirmada por fuentes sindicales a LAS PROVINCIAS.

Pero no sólo es una cuestión numérica, sino más bien de tecnología y medios materiales. Las llamadas "cárceles tipo", las de última construcción, son un ejemplo de ello. La prisión de Villena es una buena prueba. "Optimizan los recursos humanos con toda clase de labores mecanizadas y medidas de seguridad. De hecho, en esta cárcel apenas pasa nada", destaca un portavoz de CSI-CSIF.

El centro penitenciario alicantino dispone las cabinas de control de los funcionarios de dos en dos, una al lado de otra y justo en el centro de cada par de módulos. En caso de altercado, en un instante se logra la presencia de hasta seis funcionarios (tres por cabina) en el escenario del conflicto.

Las cabinas son "auténticos búnkers a los que es imposible acceder desde los módulos". Todo lo contrario de lo que ocurre en Picassent. Una red de pasadizos subterráneos permite incluso la llegada de refuerzos de más funcionarios en caso necesario. Precisamente, en el motín de Valencia, la existencia de una sola entrada de acceso al módulo fue aprovechada por los internos: esposaron a uno de los funcionarios a la cancela para impedir el asalto.

"Desde las cabinas de Villena se puede controlar prácticamente todo de manera automática", explica un funcionario de Picassent. Ello limita el contacto de los vigilantes con los presos y reduce el riesgo de agresión. Apagar y encender las luces, cerrar las puertas, desactivar la cisterna del water..., todo con sólo pulsar un botón desde la seguridad del búnker. La existencia de esclusas (dobles puertas) impide además la llegada por sorpresa de un número elevado de presos al módulo: el sistema de seguridad sólo permite la entrada de uno en uno.

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