SijenaUn viaje de juventud

De entre las muchas y lamentables destrucciones de patrimonio de la Guerra Civil española, la del monasterio de Sijena pasa por ser una de las más crueles e inútiles: después de los estragos de la guerra, poco quedó del esplendor de un recinto que hunde sus raíces en el siglo XII. Villanueva de Sijena está en el Alto Aragón y fue fundado en 1188 por la reina Sancha de Castilla, esposa del rey aragonés Alfonso II. Fue el principal monasterio femenino de la Orden de San Juan de Jerusalén, en el que ingresó la reina al quedar viuda. Fue panteón real, corte y archivo. El profesor Ubieto ya ponderó el valor estratégico de un enclave que era "punto obligado de paso en los caminos que llevan desde Huesca o Barbastro al Ebro, a Fraga y a Lérida; por eso no es de extrañar que los reyes aragoneses estuvieran interesados en asegurarse en esta zona una base".

El incendio causado por las milicias republicanas se llevó para siempre unas pinturas anteriores al año 1220, de las que apenas quedan unas pocas fotografías en blanco y negro. Habían sido descubiertas en 1882, cuando se retiraron los estucos y la cal que las habían cubierto durante décadas. Lo poco que quedó tras los estragos de la guerra fue llevado al Museo de Arte de Cataluña (MNAC) en vez de ser depositado en museos aragoneses.

En su libro , José Luis Villacañas señala el viaje de Jaime a Sijena, desde Monzón, como una experiencia especial: el monarca niño deja las estancias de la fortaleza y sale el campo, por el valle del Cinca, para descubrir otros paisajes más dulces y prometedores.

El joven rey viajó con el procurador de los templarios, para asistir a un pacto de propiedades; y para conocer de paso el lugar donde su padre habría de ser enterrado cuando el cadáver, llegada la paz en los reinos, dejase de estar tristemente expatriado en el lugar de Occitania donde cayó herido de muerte mientras luchaba.