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'El gato con botas' (1955), premio nacional, con Máñez como apuntador.
Cultura

En la concha del apuntador

Manolo Máñez y Vicente Triguero son dos de los profesionales valencianos que se encargaban de recordar a los actores la letra de unos guiones que cambiaban cada semana

LOLA SORIANO

Domingo, 13 de abril 2008, 06:21

Aquí muere hasta el apuntador, ¿quién no ha oído antes esta frase cuando se habla de una escena cruenta en la que todos mueren y no queda en pie ni los primeros actores, ni aquel personaje que desde una concha -junto al escenario- daba texto a los galanes o bellas damas de las funciones teatrales? Hoy en día, la figura del apuntador como tal ha desaparecido de escena, pero todavía quedan profesionales valencianos que recuerdan con orgullo su delicada labor durante décadas en teatros como el Eslava, Ruzafa, Serrano, Apolo (calle Don Juan de Austria), la Casa de los Obreros (hoy Talía), Juvenalia, El Patronato (hoy Escalante) o el Alcazar (en la calle General San Martín de Valencia).

Algunos de los apuntadores valencianos de reconocido prestigio fueron Peris, Boix, Rafael Jarque, Sales -padre e hijo-, Castells, Fernando Perucho, Vicente Novella y Vicente Triguero o Manolo Máñez, entre otros. "Comencé de apuntador con 15 años en la Casa de los Obreros y trabajé con actores como Trini Guillén, Isabel Tortajada, Amparo Calatayud, Enrique Hurtado, Manuel Andrés y tantos otros", recuerda Manolo Máñez.

En aquel glorioso tiempo de teatro, compañías como las de la Casa de los Obreros -que este mes celebra su centenario- renovaban el cartel continuamente, "se hacía cambio semanal y sólo disponían de seis días para aprenderse el papel, por eso nuestra labor era imprescindible", añade Máñez.

"Cada compañía profesional y, sobre todo las de repertorio, llevaba su propio apuntador y era una figura muy importante porque estrenaban obra cada poco tiempo y el apuntador salvaba muchas situaciones difíciles para los actores. Se mantuvo en el siglo XIX y parte del XX, hasta que en el teatro pasa a ser una exigencia que el actor se sepa el papel", indica Antonio Díaz Zamora, director de estreno, catedrático de Interpretación en la Universidad Politécnica de Valencia y, además, bisnieto de los propietarios y empresarios del antiguo teatro Ruzafa -de los hermanos Antonio y Rafael Díaz-.

La figura del apuntador ha dado lugar a muchas anécdotas, como la que recuerda la actriz valenciana y profesional de Radio Nacional de España, Isabel Tortajada. "Un domingo, durante una de las actuaciones, vemos que de repente desaparece el apuntador de la concha durante unos minutos. Fue angustioso, porque nos sacaba de muchos apuros. Al terminar la representación nos contó que una gata que se había criado en el teatro, había entrado en el foso y se había sentado sobre sus piernas para dar a luz. Claro, el hombre tuvo que salir de la concha y dejar los animalitos en un lado", detalla Isabel Tortajada.

Vicente Triguero, que estuvo de apuntador y actor entre 1958 y 1965 en la Casa de los Obreros, Juvenalia o en el centro cultural Ruzafa recuerda su primer día en el teatro. "Tenía 20 años e hice de traspunte, junto al escenario. Un actor me dijo que le diera trapo, y yo, que iba de novato, no me di cuenta de que hablaba en argot y le di un trapo blanco, cuando en realidad quería que le dijera texto de su papel". Triguero recuerda que en su época se compaginaba el teatro en valenciano, castellano y zarzuela.

Sobre la constante renovación del repertorio, Manolo Máñez añade otra curiosidad: "Fuimos a Alcublas para representar tres sainetes en valenciano y, claro, como no eran valencianoparlantes, tuve que ir traduciendo las obras al castellano sobre la marcha y apuntándola a los compañeros actores". Y en cuanto a la zarzuela, añade que como también es músico, "daba letra en la zarzuela del Micalet durante dos temporadas e hice sustituciones en el Patronato".

De apuntador a protagonista

Si bien la mayoría de apuntadores o consuetas han pasado ante el público general como los grandes anónimos, sí hay autores teatrales que le han sabido dar el merecido protagonismo. "Un caso es una obra de Javier Poncela que se llama . Es muy curioso porque en esa función la concha del apuntador se vuelve hacia el público y se hace un gag en el que este profesional entra en escena y advierte a los espectadores que estén muy atentos a la parte de la obra que viene a continuación porque está muy conseguida. Claro esto sorprende mucho al público", indica el director y catedrático de Interpretación, Díaz Zamora.

Otra función donde el protagonista es el apuntador es , obra de Juan Luis Mira, que quedó finalista de un premio Nacional de Teatro y fue premio Arniches 2001. "Recreé a un apuntador del teatro Princesa, que bauticé con el nombre de Pozo. El personaje combina su faceta de consueta con el de matón a sueldo, porque también era un experto cazador. Finalmente el símil es que Pozo apuntaba y disparaba", detalla Mira.

Hoy día el oficio de apuntador de prosa ha pasado a la historia, pero valencianos como Triguero o Máñez son parte de la memoria viva. Triguero actualmente dirige un teatro de mayores en el centro de Ruzafa. Máñez, optó por reciclarse y ha trabajado como actor, doblador de películas de actores como Burlan Caster, Christopher lee o Donald Sutherland, y miles de documentales, algunos para la BBC.

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