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F. P. PUCHE
Domingo, 13 de abril 2008, 06:16
No faltó nadie. Los Vanderbilt saludaron a los Astor y los Morgan coincidieron con los Huntington y los Rockefeller. Lo más selecto de la aristocracia del dinero de Nueva York quiso estar presente en el Town Hall Theatre en la velada artística del 15 de abril de 1958. Porque aunque no tuvieran muy claro dónde podría estar esa ciudad española, Valencia, el caso es que habían sido convocados a una gala benéfica por Lucrecia Bori, una antigua cantante de ópera, de gran prestigio, valenciana de origen, que gracias a su encanto personal ejercía una gran influencia sobre ese selecto club de benefactores de la institución operística en la Gran Manzana.
El elegante teatro de la calle 43, a pocos metros de Times Square, se llenó de glamur en aquella noche de gran gala musical. No faltó la burguesía financiera de Nueva York y no faltaron los buenos aficionados a la ópera. Porque la causa era noble pero el cartel magnífico. De modo que a la llamada de la voz de Victoria de los Ángeles, y de la prodigiosa calidad musical de José y de Amparo Iturbi nadie se podía negar. Con ellos, Lucía Albanese, Cornelia Otis y Leonard Warren... De ese modo, Lucrecia Bori, que había triunfado tantas veces durante su carrera musical, pudo cumplir su sueño: rendir un último tributo a la ciudad de Valencia que le vio nacer y que en octubre de 1957 había sufrido tanto a causa de la grave riada.
Los llamamientos de solidaridad con Valencia se habían extendido, en el otoño de 1957, por todo el mundo. Y encontraron eco en los Estados Unidos. Lucrecia Bori, que el día de la riada volaba de París a Londres, se enteró de la tragedia de Valencia a través de su familia valenciana. Cuando llegó a Nueva York tenía un cable de los Iturbi, asentados en California. No fue difícil que se movilizaran las voluntades. Victoria de los Ángeles, la gran voz emergente de España en los mejores escenarios del mundo, articuló un programa musical pensado en beneficio de los damnificados de Valencia. Pepe y Amparo Iturbi, los pianistas valencianos que tanto crédito tenían en Estados Unidos, fueron la segunda gran baza del programa musical. José, triunfador en Hollywood, y que en su día había hecho mucho más que otros grandes artistas americanos a favor de la recaudación de bonos de guerra, atesoraba un prestigio personal, y una agenda de amistades que fue puesta al servicio de Valencia.
Un gran éxito
La velada fue un éxito artístico y crematístico: se recaudaron dos millones y medio de pesetas, 50.000 dólares de los de entonces. La noticia de su celebración emocionó en Valencia. La reseña de LAS PROVINCIAS (20.04.1958 Pg. 20) dentro de la retórica del momento, no puede ser más emotiva:
Gracias al esfuerzo de los organizadores los gastos fueron mínimos y los beneficios máximos. Lucrecia Bori se ocupó de todo. El periódico tomaba párrafos de una crónica del periodista Francisco Lucientes, para decir que la cantante estuvo deliciosa ""
Lucrecia Bori en persona, en el mes de junio de 1958, vino a Valencia e hizo entrega al alcalde, Tomás Trenor, del talón con los 50.000 dólares recaudados en la gala musical. La primera autoridad municipal vivía, por entonces, momentos críticos mientras esperaba del Gobierno la llegada de asignaciones para reponer los daños de la riada: en ese mismo mes de junio de 1958, el Turia amenazó con desbordarse nuevamente, inundó el Marítimo y desencadenó la protesta que llevó a su crisis política y a su destitución en el mes de octubre siguiente.
Una comisión de personalidades valencianas, presidida por el señor Sirera Tío, se encargó de repartir los fondos donados, siguiendo las directrices establecidas por los donantes americanos. La prensa valenciana destacó con grandes elogios la actitud de la gran dama, generosa como otros grandes artistas de la tierra. Trágicamente, este fue su último viaje a Valencia: en 1960 la gran dama de la ópera falleció. Un nuevo alcalde, en este caso Adolfo Rincón de Arellano, fue el encargado de recibir en tierra valenciana los restos de la artista, que reposan en nuestro cementerio.
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