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MARA CALABUIG
Domingo, 20 de abril 2008, 04:21
Es, ante todo, como suele decirse, un pintor de cuerpo entero. Contemplar los cuadros de Luis Massoni obliga a descartar adjetivos, raquíticos siempre ante su maestría impregnada de exquisita sensibilidad. Pero hoy es otra de sus facetas la que nos ocupa. A Massoni se debe la recuperación de sus obras en el Museo del Carmen, acompañada de un magnífico catálogo. Conocida era la tarea docente de don Manuel Sigüenza, fallecido hace cuarenta años a muy avanzada edad, que alcanzó a varias generaciones en su academia privada; sin embargo, permanecía casi oculta su dedicación pictórica y es la que nuestro interlocutor ha rescatado, revelando a una figura de primera magnitud en el arte valenciano.
El origen de todo ello, dice Luis Massoni, "es muy personal. En 1994 fui comisario de la exposición y, en ella, olvidé incluir a Sigüenza, a quien llegué a conocer. Pero después frecuenté mucho a su sobrina Maruja, casi hija, puesto que como tal creció a su lado al quedar huérfana y que le sucedió al frente de la academia. Me dolía ver oculta aquella pintura de su tío, tan buena, que ella atesoraba devotamente. A su muerte sin hijos (tampoco los tuvo su hermano, el fotógrafo José Cabrelles Sigüenza), fueron herederos los sobrinos de su asistenta, los cuales, sabedores de mi relación con María, me llamaron. Estaba claro: o yo daba el paso adelante o la obra de Manuel Sigüenza se dispersaba".
Relata sintéticamente el trabajo dedicado a investigar y a reunir obras del autor, tras un primer contacto con Consuelo Císcar. "Ella fue el resorte decisivo. Puedo decir que ha habido un largo preámbulo de 10 años y una dura tarea desde el año 2001, para conseguir que no se quedara todo en una exposición de 'cromos', con reproducciones, incompleta, inane. Yo había logrado que los herederos hicieran una donación de tres cuadros y todo el archivo personal de Sigüenza al Museo de Bellas Artes. Esto y la incesante búsqueda ha permitido arrojar luz sobre su vida y obra".
Tres vocaciones
Con esta expresión, "levantino en sombra", que Massoni toma del poeta Gil Albert, califica a Manuel Sigüenza. "Tuvo tres vocaciones: la pintura, la docencia y el compromiso cívico. A él se debe la iniciativa del primer monumento a Pinazo, de quien fue discípulo y amigo de por vida y dos del doctor Moliner y Agrasot. Fue académico de la Real de San Carlos, participó incansablemente en todo género de empresas culturales y antepuso estas actividades a la pintura, de la que podía haber vivido holgadamente, tras sus medallas nacionales en los albores de la juventud. No quiso promocionarse, no realizó en vida ninguna exposición individual...". Según detalla Massoni, existe una diferencia entre esa sombra o penumbra en la que vivió como pintor, semejante a otros artistas valencianos, como el propio Pinazo, el malogrado Antonio Esteve o el mismo Gil Albert, y los nombre rutilantes de Sorolla, Benlliure o Blasco Ibáñez. "Sigüenza sacrificó su carrera en pos de la pureza; por eso su obra tiene esa nitidez, esa clara verdad".
Pintura fresca y transparente
A la pregunta de qué ofrece Sigüenza a la mirada actual, Massoni responde que contempla sin prejuicios, es una pintura viva, fresca, transparente. Sin salir de la creación milenaria de la representación, que arranca de Altamira, logra una hondura expresiva de inmenso calado. Viene a probar que no por revestirse de modernidad eres moderno. Es moderno lo que sigue vivo, lo que continúa influyendo. "Estamos tan habituados a creer que lo específico del arte reside en lo nunca visto, que desenfocamos la visión. Esta pintura que no rompe con el pasado es mucho más viva que gran parte de los contorsionismos actuales. Sigüenza aporta a la pintura valenciana, en la que se acusaba su vacío, una serenidad, un sosiego profundo que hace pensar. Es casi una pintura zen, una obra con acento propio que refleja a un ser que, por contraposición a los terrícolas, yo llamaría celícola", argumenta este valenciano apasionado del arte.
Massoni puntualiza a continuación que encargó "el comisariado de la exposición a Miguel Ángel Catalá, pero el adelanto de fechas me hizo dejar de pintar tres meses y trabajar sin descanso catorce horas diarias. Pero ahora la obra se ha restaurado, está adecuadamente enmarcada, en manos de coleccionistas, bien cotizada y con un catálogo que ya es referente en adelante. Yo no he actuado como investigador puro, me he dejado llevar por mi gusto por la pintura. Esta 'resurrección' de Manuel Sigüenza ha sido un rescate 'in extremis'. Pero ahí está".
Recomendación final: no dejan de visitar la muestra, si todavía no lo han hecho. Hay tiempo hasta el 4 de mayo.
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