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A. RALLO
Domingo, 20 de abril 2008, 04:22
La nueva coordinadora de la Fiscalía de Menores asume el cargo con "ilusión". No pesa tanto la responsabilidad como la idea de transmitir una nueva imagen del órgano judicial a los ciudadanos. Pondrá en marcha medidas en las tres grandes áreas que más domina: malos tratos a los padres, el absentismo escolar y la necesidad de acelerar los procedimientos.
-La memoria del Tribunal Superior de Justicia recoge por primera vez en los últimos años un descenso de los asuntos de menores. ¿A qué se puede atribuir este dato?
-Pues los factores concretos los desconozco, pero probablemente tenga que ver con el refuerzo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que realizan una labor preventiva muy importante.
-Pese a todo los delitos y faltas registrados por la Fiscalía aumentaron.
-Nosotros hemos tenido 11.489 denuncias. Pero estas no siempre se corresponden con juicios. En ocasiones, se desconoce quién ha cometido los hechos o el autor tiene menos de 14 años o más de 18... De manera que nuestros datos son muy relativos.
-Hablaba de los menores de 14 años, usted es partidaria de rebajar la edad penal a los 12. ¿Cuáles son los motivos?
-Nosotros hemos tenido un 25% de menores denunciados entre 12 y 14 años. La mayoría de los asuntos son delitos contra la propiedad, pero también se dan casos contra la libertad sexual. Es interesante que estos menores sepan que podemos intervenir, aunque es evidente que no son hechos que causen alarma social.
-No deja de ser una cuestión polémica.
-Hay muchos compañeros que no están de acuerdo, pero los que estamos a favor también lo argumentamos. Diariamente vemos a chicos que por sus circunstancias familiares o sociales no están recibiendo el reproche que merecen por sus actos. Si adoptas una medida de internamiento, a lo mejor cuando salga ha recibido la formación necesaria para darse cuenta de la gravedad de sus actuaciones y no las repite.
-¿De esta forma también desaparecería la extendida idea de que los menores gozan de impunidad?
-Puede existir la creencia social de que existe impunidad. Pero no hay que confundir esto con la no necesidad de intervención. El Derecho Penal debe ser el último recurso.
-¿Qué causas llevan a un menor a delinquir?
-Hay factores estables que determinan que el menor, de alguna manera, pueda verse abocado a ser un delincuente juvenil. Esas circunstancias serían la educación, la familia y los amigos. Con un déficit en alguna de ellas, empiezan los riesgos.
-Otro de los problemas que recientemente han cobrado actualidad tras la muerte de Mari Luz son los abusos a menores. ¿Se ha detectado un incremento?
-No, no se ha detectado un aumento de este tipo de casos. De todos modos al ser cometidos por adultos no los llevamos nosotros. La fiscalía sólo puede intervenir en los casos de desprotección del menor, pero en España por la composición de las familias siempre hay alguien que se hace cargo.
-¿Sería necesario endurecer las penas para este tipo de delitos?
-Las penas son ya muy duras, lo que hace falta es que se apliquen. Una agresión sexual a un menor de 13 años se puede ir hasta los 15 de prisión para el condenado. Además, con la última reforma de la Ley del Menor también se han endurecido también las penas contra los menores por este tipo de hechos. Por ejemplo, un agresor de 15 años puede ser condenado a un internamiento de cinco años más otros tres de libertad vigilada.
-Todos los años se destaca el aumento de agresiones de hijos a padres.
-El año pasado se intervino en 404 menores, de entre 14 y 18 años, para poner fin a una situación de violencia doméstica. Además, se dieron otros 98 supuestos similares en casos de entre 12 y 14 años. Prácticamente todos los días tenemos una o dos denuncias por este motivo. Y esto va a más.
-¿Y qué está ocurriendo para explicar este aumento?
-Pues lo primero es que empieza a denunciarse. No es un tema equiparable con la violencia de género en cuanto a víctimas mortales, pero sí en el ámbito en el que se produce y por los lazos afectivos tan estrechos con el agresor, ya que se trata de los hijos.
-¿Qué puede estar fallando es esa familia?
-Pues puede que muchas cosas o nada. En ocasiones es sólo el carácter del niño, que puede padecer problemas mentales. Pero también hay que pensar que las situaciones para los padres ahora son más complicadas. Trabajan los dos, la relación con los hijos es más difícil, también influyen los horarios... Cuando vuelves cansado a casa, ya no tienes ganas de mandar. Y cuando bajas el nivel de autoridad, los hijos se dan cuenta.
-Los padres llegarán desesperados, como la última opción en una situación límite.
-Es mejor que conozcan nuestro trabajo para evitar llegar al límite. Ante las primeras señales de alarma, una intervención puede ser buena para la familia. Estos padres llegan en una situación más grave que los asuntos cotidianos de violencia de género, ya que el tiempo de maltrato que soportan las víctimas es más prolongado. Nadie quiere denunciar a un hijo. Incluso hay veces que vienen los padres a retirar la denuncia a los dos días y a lo mejor duermen en una habitación encerrados por miedo a las agresiones de sus hijos.
-Otro de los asuntos con más repercusión es el acoso escolar. ¿Realmente se producen tantos casos?
-Como toda la vida. Ahora lo que pasa es que tiene un nombre. Pero todos en el colegio recordamos cuando se insultaba a un compañero, cuando se le ponía un mote o se le daba una colleja. Se está tratando como acoso escolar insultos entre compañeros y tampoco hay que sacar los cosas de quicio. Los niños en su proceso educativo tienen que aprender a relacionarse entre ellos y ahí se incluye meter la pata, insultar y pegar porque hay una acumulación de fuerzas. Hay acciones que entran dentro del aprendizaje y otras que se exceden.
-¿Existe suficiente colaboración por parte de los centros?
-Es que en principio no tiene que haber colaboración. Ellos trabajan en el ámbito educativo y nosotros en el judicial. Lo ideal sería que no nos necesitáramos. El hecho de que trabajemos conjuntamente es indicativo de que hay cosas que no funcionan. Otra cosa es que cuando haya cosas graves nos remitan los asuntos que se escapan de sus manos. Pero lo deseable sería que la Justicia no entrara en los colegios.
-¿Qué recomendaría a una persona que sufre una situación de acoso?
-Hay que analizar en qué clase, profesores, compañeros y la situación con los padres. Es complejo. Lo ideal es no ser cómplice del silencio de una maltratada o acosado. Pero el acoso no es una situación concreta, sino algo prolongado y cometido por un grupo organizado, que tiende a mermar la seguridad de la víctima. El alumno que se encuentre en esa situación debe pedir ayuda al profesor y en el supuesto de que no se resuelva, que acuda a la fiscalía.
-¿En demasiadas ocasiones se sacan las cosas del ámbito que le corresponden?
-Estamos en una camino de penalizar todas las conductas. Hay que pensar que hay vías de resolución de conflictos que no son la judicial. En ocasiones, esta no siempre es la mejor.
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