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AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
Domingo, 18 de mayo 2008, 03:33
Hacía tiempo que las tiendas de campaña no se instalaban en el paseo al Mar. Aún guardamos en la memoria las famosas movidas del 0,7 con las que hace unos años toda la Avenida de Blasco Ibáñez se llenó de tiendas, carteles y anuncios que pedían incrementar la cooperación al desarrollo. Han pasado casi 10 años y ahora los estudiantes de la Facultad de Filosofía han plantado sus tiendas para denunciar la situación en la que se encuentra la Filosofía después de la nueva reforma educativa. A partir del próximo curso se pondrán en marcha los nuevos decretos autonómicos que la desarrollan y todo apunta hacia su progresiva, amarga y tramposa supresión.
Algún día tendremos que hacer la historia de lo que ha sucedido durante las últimas décadas con esta materia y con otras de fuerte carga humanística como el Latín y el Griego. Es probable que las facultades de Filosofía, las agrupaciones de profesores de esta materia y el uso arbitrario de la propia materia que han hecho los propios profesionales según los vientos pedagógicos de temporada, tengan buena culpa de lo que ha sucedido. Aunque esta materia haya recibido una estocada y esté junto las tablas, a punto de ser rematada, aún puede proporcionar algún susto a gobernantes advenedizos que tanto en la capital como en provincias desconocen la casta de los astados.
Como dicen los políticos, son dos días de tormenta en la prensa, luego escampa y la gente se aborrega. Es probable que así sea, pero la opinión pública tiene que saber que con la actual reforma educativa que ha promovido el PSOE (la famosa LOE) y con los desarrollos o contrarreformas que están organizando las comunidades autónomas, la presencia de las Humanidades en general y la Filosofía en particular será estrictamente simbólica. Ni la administración central ni las administraciones periféricas se atreven a decir lo que piensan realmente sobre el horizonte educativo que nos espera. Se limitan a poner gráficas, estadísticas y pobres points con números, porcentajes y datos. Cada vez está más claro que políticos de datos y educadores de datos producen ciudadanos de datos, es decir, sujetos que apenas alcanzan la condición de borregos numerados.
Hubo un tiempo, y no fue el del Pleistoceno o el del siglo de Pericles, en el que los estudiantes de bachillerato tenían tres años de Filosofía. Descubrían que en la vida, además de los datos, son importantes las dotes; que además de los utensilios o herramientas son importantes las creencias y los valores; que además de los precios son importantes las dignidades; que además de la información es importante el conocimiento; que además de lo conveniente era necesario lo verdadero. Incluso sabían distinguir entre lo mejor y lo bueno, lo importante y lo urgente, lo útil y lo valioso.
Con la LOE desaparece la materia de Filosofía y es rebautizada con el nombre de Filosofía y Ciudadanía. Además de pervertir la enseñanza de los valores porque sustituye los valores superiores de la Constitución de 1978 (art. 1.1) por los valores comunes (BOE, 4.5.06, página 17163), la Educación para la Ciudadanía es el caballo de Troya con el que la reforma va minando y destruyendo, poco a poco, silenciosa y amargamente, lo que aún quedaba de filosófico en el Bachillerato.
La administración central dio cierto margen a las administraciones autonómicas para que organizaran la Educación para la Ciudadanía y la rebautizada Filosofía según sus criterios. Cuando nos creíamos que algunas aprovecharían esta discrecionalidad para frenar y limitar los errores, descubrimos que algunas administraciones no socialistas como la valenciana tienen intención de reducir las horas de la Filosofía, de tres a dos. Al bautizarla con las poco transparentes aguas de la ciudadanía, será una materia moldeable que podrán impartir los profesores que necesiten completar horas y quienes lleguen con los flamantes títulos de Derecho, Ciencia Política, Sociología, Antropología o Política Pública.
Es probable que dentro de unos días veamos a sindicalistas, políticos, autoridades y trepadores de la Filosofía instrumentalizando a estos jóvenes que siguen creyendo en tan noble quehacer. Precisamente ahora, más artefacto, más innovación, más técnica y más información, requieren más conocimiento. Sería bueno que unos y otros recordaran la respuesta a un científico que Ortega y Gasset elabora en la Meditación sobre la técnica: "La notoria inutilidad de la filosofía es acaso el síntoma más favorable para que veamos en ella el verdadero conocimiento. Una cosa que sirve es una cosa que sirve para otra, y en esa medida es servil. La filosofía, que es la vida auténtica, la vida poseyéndose a sí misma, no es útil para nada ajeno a ella misma. En ella, el hombre es sólo siervo de sí mismo, lo cual quiere decir que sólo en ella el hombre es señor de sí mismo Queda usted en entera libertad de elegir: o ser filósofo o ser sonámbulo."
Aunque no hayan leído a Horacio o Cicerón, nuestros gobernantes deberían saber que si errar es humano, perseverar en el error es de necios. A ver si se enteran de que también la Filosofía los puede mantener despiertos, en palabras también de Ortega: "Nuestra vida es una de estas dos cosas: o sonambulismo o filosofía la filosofía no es sueño -la filosofía es insomnio-, es un infinito alerta, una voluntad de perpetuo mediodía, y una exasperada vocación a la vigilia y a la lucidez."
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