Hogares modernos y de calidad

Edificios "muy familiares" que representan lo cotidiano pero al mismo tiempo esconden grandes ejemplos de calidad y de modernidad arquitectónica. Una selección de 36 construcciones de la Comunitat Valenciana, con la particularidad de que todas son de viviendas, muestran distintos estilos a lo largo de cuatro décadas: desde 1930 hasta finales de los 60.

es una exposición de fotografías que hasta el próximo 27 de junio permitirá a los visitantes "aprender a valorar los edificios que hacen ciudad, los que tienen calidad en la ciudad", según explica la catedrática Carmen Jordá. El objetivo es acercar a la gente la riqueza y variedad constructiva de las fincas y los edificios que le son más próximos, "lejos de los arquitectos estrella".

Esta "finalidad didáctica" es una de las razones que han llevado la muestra al edificio de La Nau, un lugar céntrico y más accesible al ciudadano que la Escuela Técnica o el Colegio de Arquitectos.

La selección de construcciones realizada por Carmen Jordá, comisaria de la exposición y catedrática del área de Composición Arquitectónica, agrupa aspectos que podrían parecer contradictorios: son ejemplos que representan varios tipos de construcciones (por ejemplo, la obrera o la burguesa) pero que a la vez destacan por algún rasgo de modernidad o de singularidad.

Su calidad puede residir en su imagen o en su tecnología (como los materiales). El edificio que abre la exposición, la Finca Roja de Valencia (1929-1933), reúne estos dos elementos: por una parte, una fachada de transición entre las vanguardias y la vivienda moderna con ladrillo por influencia de la arquitectura holandesa, y por otro lado, una estructura de hormigón armado muy novedosa en su tiempo.

El tercer aspecto, o "tercera pata de la arquitectura" es lo que se denomina "programa de necesidades": la manera en que el edificio responde a unas exigencias o usos concretos.

En este sentido, la Finca Roja incluye unas torres pensadas para el autoabastecimiento de agua. Esta calidad de respuesta también se ve en las casas que cierran la exposición: el grupo Antonio Rueda, en la calle Tres Forques, que supo innovar a finales de los 60 con un edificio abierto, con zonas comunes y que separa tráfico rodado y peatonal.

Las cuatro décadas que forman la muestra engloban tres etapas: republicana, autarquía (tras la Guerra Civil) y el desarrollismo desde finales de los 50.

La catedrática Carmen Jordá argumenta que en la época de autarquía se produjo un "parón tecnológico". Abundan las "construcciones tradicionales" y sobresalen algunas con "imagen avanzada" como el edificio Patual Longás (calle Ruzafa de Valencia de 1941-46) o el Roma de Alicante (1941-42).

En este periodo aparecen algunas "técnicas modernas" como el Barrio de Pescadores del Perellonet (1950-52), una construcción "muy competente" que junta una "innovación de materiales prefabricados" en medio de un "ambiente de vuelta a la tradición".

El desarrollismo tuvo que responder a necesidades (en la "tercera pata" de la arquitectura) como el fenómeno del turismo. Ejemplo: la urbanización Ciudad Ducal de Gandia (1960-61), que combina jardines y espacios abiertos.

La muestra incluye otros casos paradigmáticos. De viviendas obreras, el Grupo Churruca (1954-56) en el Puerto de Sagunto. Y de arquitectura burguesa: el bloque residencial de Jaime Roig en Valencia (1963-64) con viviendas amplias y zona de servicio o el Complejo Vistahermosa de Alicante (1962-66).

La exposición viaja a diversos puntos de la Comunitat (Villena, Cocentaina, Castellón, Burriana, Vila-real, Elda, Crevillente...) y resume un largo periodo arquitectónico "con un nivel medio que es muy bueno, en los profesionales y en la superficie construida, con más calidad que ahora, donde todo está más masificado y manda el mercado".