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Opinión

O.E.I. vacuna contra la indefensión

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ-NÚÑEZEQUIPO INVESTIGACIÓN INTELEMA

Domingo, 8 de junio 2008, 06:02

Hace un par de meses me despidieron de mi anterior trabajo, básicamente por una mala relación personal con el jefe. Pese a todos mis logros profesionales y el cariño que me profesaba el resto de las personas de la organización, el gerente me sentó, me soltó una perorata sobre la visión no compartida y me echó. Confieso que me sentí indefenso; ninguno de mis méritos, mis contra argumentos o las relaciones con el resto de los seres humanos de la empresa pudieron hacer nada por mí. Y la situación generó en mí un torrente de emociones variadas: victimismo, impotencia, agresividad…

Estas situaciones, desafortunadamente, son muy cotidianas en el mundo laboral. ¿Quién no ha sentido o pensado "no puedo hacer nada", "salir de este problema es imposible" o "todos están contra mí"? La sensación de que hay determinados callejones sin salida en la empresa que escapan de nuestro control y sobre los que nada podemos hacer es habitual y hace crecer en nosotros esa desagradable compañera que es la indefensión. Un mal jefe, incluso que nos acosa, el mobbing, un expediente de regulación de empleo o una mala relación con compañeros de trabajo son desencadenantes de emociones con las que ninguno nos gusta encontrarnos. Y por supuesto esas causas existen mucho más a menudo en Organizaciones Emocionalmente Dependientes, donde el miedo, el victimismo, la culpabilización, la falta de claridad o transparencia son el pan nuestro de cada día.

Y no olvidemos tampoco la indefensión aprendida o adquirida, término acuñado por el psicólogo Martin Seligman y que es aquella que acompaña a determinados individuos como parte de su personalidad. Frente a cualquier situación, ya sea en la vida personal o laboral, estos seres humanos se sienten completamente desprotegidos, desamparados y creen que nada pueden hacer para cambiar las cosas. Estas personas, en las situaciones anteriormente descritas, son además catalizadores de pesimismo, pues la indefensión puede ser muy contagiosa.

Por todo ello, una forma muy eficiente de luchar contra esas emociones o incluso con las situaciones que las generan es mejorando en los individuos y en las organizaciones la Inteligencia Emocional. Definida por Daniel Goleman en su ensayo de 1995 como la capacidad del ser humano de conocer y controlar sus sentimientos, concienciarse de sus puntos fuertes y débiles, automotivarse, reconocer las emociones ajenas (empatía) y fomentar las relaciones interpersonales, la Inteligencia Emocional es una herramienta muy poderosa para hacer frente a la indefensión. Y está demostrado que aquellas compañías que hacen de ella una ventaja competitiva están asegurando su supervivencia a largo plazo, ya que sus empleados se convierten en el mayor valor que poseen y en una fuerza imparable frente a sus competidores. El ejemplo de Google, elegida la empresa del mundo donde más a gusto se trabaja, así lo demuestra.

Frente a una empresa tradicional (Organización Dependiente), existe una alternativa cada vez más extendida: las organizaciones emocionalmente inteligentes (O.E.I.), aquellas en las que la Inteligencia Emocional marca los contactos, facilita el desarrollo de las personas que las integran, se practica la claridad y transparencia y los trabajadores desarrollan su propio propósito de vida. La O.E.I. apuestan por aprovechar las crisis para crecer, avanzar e innovar y el ambiente de alta motivación e implicación en la visión común se traduce en aumento de los beneficios personales y corporativos.

En una organización emocionalmente inteligente, dado que se actúa desde la claridad y la transparencia, nunca hubiéramos llegado a la solución extrema que generó mi adiós. En ella, jefes y empleados trabajan en la resolución de los conflictos para avanzar, innovar y aportar más valor a la empresa. Se buscan soluciones que satisfagan los intereses de todos los involucrados, pues siempre se basa en la existencia de una visión común y compartida.

Por eso mantengo que la evolución de una empresa hacia una O.E.I. es una vacuna contra la indefensión. Como las vacunas, primero actúa de forma preventiva, evitando que los seres humanos de las organizaciones sufran la enfermedad. Pero al principio, no es capaz de evitar totalmente las causas de la misma y esporádicamente surgirán aquí y allá casos aislados que la provoquen. Sólo a la larga, si la organización va aprendiendo de sus errores pasados, va inmunizándose frente a las causas que generan indefensión y los individuos que las componen actúan basándose en la inteligencia emocional, ocurrirá como en las vacunas reales: las situaciones que generan el problema desaparecerán, como los virus que generan determinadas enfermedades y que se han conseguido erradicar. Claro que para ello hará falta que toda la sociedad evolucione para ser emocionalmente inteligente, pero este ya es otro tema…

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