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Belvedere

Qué lista la miembra Bibiana

PABLO SALAZAR

Domingo, 15 de junio 2008, 04:37

La ministra Bibiana ha conseguido su cuarto de hora de gloria, ha rubricado su pase a la posteridad con su desliz, convertido en firme reivindicación, de las miembras. Probablemente sea una memez empeñarse en retocar el diccionario de la RAE, cuando de lo que se trata es de cambiar mentalidades y de empezar a considerar a la mujer como algo más que un objeto sexual. O de que los hombres entendamos que si la mujer ha salido de casa y ha entrado en el mundo laboral, las labores domésticas han dejado de ser patrimonio exclusivo de las mamás, y que a los papás también corresponde lavar, fregar, planchar, cocinar, comprar, hacer deberes con los niños... Podemos reirnos a costa de la ministra porque, ciertamente, la cosa tiene su gracia tratándose de toda una ministra, pero que todas esas bromas no nos desvíen un ápice de lo principal, y lo principal es la discriminación que sufre la mujer, no sólo en el ámbito doméstico y en el profesional sino, sobre todo, en su imagen, en la consideración de que no es más que un simple escaparate, algo que, lejos de disminuir, va en aumento.

En cualquier caso, y volviendo a la señora Aído, doña Bibiana, y a su warholiano cuarto de hora de gloria, tampoco hay que extrañarse tanto. Al fin y al cabo, lo exótico, lo grotesco, lo friki, triunfa. Recuerden el famoso Chikilicuatre, expresión última de una sociedad débil, aburrida y decadente que encuentra su motivo de esparcimiento en este tipo de personajes, o que consume hasta la extenuación los programas rosa, las telenovelas y otros géneros por el estilo. La ministra, que va de colega y enrollada, ha pasado a ser la miembra, con perdón, más conocida del Ejecutivo zapateril. Objetivo logrado. Así funcionan las cosas hoy en día. La aspiración de los padres hace años era que sus hijos fueran médicos, ingenieros o abogados. Ahora, padres e hijos, quieren ser famosos, como sea. Y la fama se adquiere de la forma más inverosímil. Si te cabreas con tu entrenador porque te cambia, consigues más cuota de pantalla que si marcas tres goles. Y si te inventas un palabro llamas mucho más la atención que si construyes un discurso bien estructurado sobre la discriminación que sufre la mujer en todo el mundo. No, no se extrañen. La improvisada estrategia de la ministra ya le ha reportado píngües beneficios.

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