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Comunidad Valenciana

"Nuestras vidas también se pararon un 3 de julio"

Familiares de las víctimas del accidente del metro recuerdan a los 43 fallecidos entre el dolor y la rabia por el cierre del caso

ARTURO CHECA

Viernes, 4 de julio 2008, 05:28

El sol cae a plomo sobre el jardín situado justo sobre la curva de la muerte, el oscuro punto del subsuelo valenciano en el que se fraguó la tragedia del metro. Sobre el asfalto, una veintena de personas rotas y vestidas de riguroso luto. Rostros compungidos. Manos de ánimo sobre los hombros. Caricias a las fotos de sus seres queridos, impresas en sus camisetas. Gafas de sol que no ocultan las lágrimas cayendo por las mejillas. Cinco minutos de silencio quebrados por aplausos.

Bajo ellos, a unas cuantas decenas de metros de profundidad, el siniestro túnel de la línea 1 en el que un 3 de julio de 2006 perecieron 43 personas y otras 47 resultaron heridas. "A nosotros, como a vosotros, también se nos paró la vida un 3 de julio". El manifiesto leído por Rosa Garrote resumió el sentir de la veintena de familiares que ayer se congregaron para conmemorar el segundo aniversario del drama.

Su homenaje terminó justo sobre el punto del siniestro y a la hora en la que se produjo el descarrilamiento, poco después de la una de la tarde. "Venimos aquí, a esta curva donde encontrasteis la muerte, para retomar el camino todos juntos". Pero su ruta comenzó por la mañana, realizando en metro el mismo recorrido que jamás pudieron terminar los suyos. En cada parada, un minuto de silencio en el andén.

Carmen Villalba no puede refrenar su llanto mientras coloca un ramo en la entrada a la estación de Jesús. Su marido, Leonardo Pedrero, pereció de regreso a Torrent. "Le pilló", resume la mujer de 64 años. Uno a uno entran en el metro. Pedro y Antonia apenas se sueltan de la mano. El matrimonio de Torrent sufre unido la pérdida de su hija. Laura, de 26 años, sonríe en sus camisetas. Volvía a casa a comer tras el trabajo. "Mamá, ya voy para allí". Fue su última llamada.

Sollozos en silencio

El reloj de la estación marca las 11.33 cuando suben en un metro en la plaza de España. Modelo antiguo, similar al del descarrilamiento. Un silencio espeso se apodera de los vagones. El tren chirría, traquetea. Carmen solloza en silencio cuando el convoy gira hacia la derecha. Pasan por la curva de la muerte.

Ciudadanos anónimos se suman respetuosamente a los minutos de silencio de los familiares en su vía crucis, 10 estaciones hasta Torrent. Antonia no aguanta la emoción. En un andén sufre un desvanecimiento. Otra viajera no duda en abanicarla.

"Si esto hubiera estado como debía, no hubiera pasado". Pedro sigue achacando el accidente a la seguridad de la línea. El juzgado ha cerrado la investigación al culpar a un exceso de velocidad del conductor. Una media decena de familias ha recurrido al Constitucional.

Son personas en las que se entremezcla el dolor y la rabia. Sobre todo cuando hablan de la clase política. "Nos han abandonado", dice Carmen Bonales. Su marido se encontró con la muerte cuando regresaba de ver a su nieta. "Siento rabia e impotencia", confiesa Carmen.

El dinero no les consuela. 160.000 euros por fallecido. Cifras frías, que no han tenido en cuenta, por ejemplo, el número de familiares a cargo de cada víctima. A la una de la tarde, todos los metros paran en su memoria. Y una palmera situada sobre la curva de la muerte queda rodeada de flores. "Ni te imaginas cuánto amor te llevaste", reza una carta a Milagros, una de las 43 víctimas mortales.

acheca@lasprovincias.es

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