Borrar
Urgente Aemet prevé varios días consecutivos de lluvias en Valencia coincidiendo con el inicio de la Semana Santa
48 horas, hace 11 años
Tribuna

48 horas, hace 11 años

MARTA QUEROL BENECH

Sábado, 5 de julio 2008, 05:19

Once años han pasado ya. Once años. La frase inmediata en estos casos es "y parece que fue ayer". Sin embargo, en esta ocasión, parece que han pasado siglos. Con el tiempo, se fue olvidando, nos fuimos anestesiando e insensibilizando y casi llegamos a pensar que aquello no había pasado.

Una fecha y una película lo han traído todo, de golpe, nuevamente a la memoria. Al principio me entró un ramalazo de indignación. ¿Cómo podía nadie hacer una película sobre las últimas 48 horas de vida de Miguel Ángel Blanco? Me pareció una nueva concesión morbosa a la audiencia. Pero, poco a poco, se me fue pasando esa rabia inicial, y pensé que tal vez ese fuera el revulsivo que estamos necesitando para volver a situarnos en el camino correcto. Para volver a sentir, y llorar, e indignarnos, con lo que hay que llorar e indignarse. Como cuando vemos esos documentales terribles sobre el hambre en el mundo o las guerras.

Hace once años que a un joven normal y corriente, uno como cualquier otro, lo secuestraron con una condena de muerte a cuestas. 48 horas le dieron. 48 horas nos dieron a todos para ceder a un chantaje innoble, e imposible. Entonces, el ambiente en España era otro. ETA eran los malos, y las víctimas eran los buenos. Eso estaba bastante claro. Y hablar de la independencia del País Vasco era hablar de los intereses de la banda terrorista. Impensable. Eran otros tiempos.

Ahora ya se puede hablar de la independencia del País Vasco, aunque sea con subterfugios y retórica bien estudiada, y es el propio lendakari Ibarretxe el que la exige, y amenaza con pasarse por el forro de los tachines la Constitución Española, al Gobierno de Zapatero y a María Santísima para sacar adelante un referéndum absurdo cuya única intención es dividir a su población en dos, e imponer por la violencia política lo que otros venían exigiendo por las armas. Como se decía entonces, en frase célebre atribuida a Arzallus, unos menean el árbol y otros recogen las nueces. La verdad, y no es por hacerles publicidad, hay que ver como sigue estando de actualidad ese libro, , de Isabel Sansebastián y Carmen Gurruchaga. Periodistas que, por escribir ese y otros libros similares, tuvieron que pasar a engrosar la lista de los carentes de libertad en este democrático país. Ambas tuvieron que aceptar el vivir con escoltas, por las más que serias amenazas de estos muchachotes. Igual que tantos otros demócratas del País Vasco. El libro es del año 2000, y seguimos igual que entonces. O ¿cómo se puede interpretar la siguiente afirmación?: "la consulta popular es un requisito indispensable para alcanzar la paz". Esto, traducido a román paladino, viene a querer decir: "o me dejan hacer el referéndum o que se atengan a las consecuencias". Muy edificante. En esas estamos ahora. Pero hace once años no era así. Hace once años, España entera, incluidos los vascos y vascas, era un clamor.

¿En qué quedó aquel espíritu de Ermua, que impresionó a toda España y sacó a la calle cientos de miles de seres humanos con una sola voz? En nada. En un ayuntamiento que pide que al foro de Ermua se le quite el nombre de ese ayuntamiento porque ahora se avergüenzan de lo que simboliza, cuando en su día eso mismo era su orgullo. Triste, pero cierto. Recuerdo cómo me impresionó ver en el telediario a los propios policías vascos, que siempre aparecían con sus pasamontañas negros, arrancándoselos de cuajo, impotentes ante la crueldad de lo que estaban viviendo, y queriendo demostrar con ese gesto que ellos eran uno más contra aquella barbarie. Aquella imagen parecía el comienzo de algo grande. Los famosos vascos y vascas, de los que tanto cacarea Ibarretxe, salieron a la calle en la manifestación más multitudinaria que jamás se había visto, para decirle no a ETA. Todos eran Miguel Ángel. Todos éramos, aquellos días, Miguel Ángel Blanco.

Pero lo mataron. Dos tiros en la cabeza. Lo recuerdan, ¿verdad? Y de entonces a ahora... todo sigue igual, o peor. Porque algo de terreno nos han ganado, en lo táctico y en lo moral.

Las víctimas ya no son los buenos para muchos sectores de este país. Es como si negar su existencia mejorara las cosas, y como si el problema fueran ellos. Los quitamos de en medio, y ya está, borrón y cuenta nueva. Pero existen, como la familia rota de Miguel Ángel Blanco. No es una peli más en la televisión. Es la historia real de alguien que dio su vida por estar en una lista electoral como concejal de su pueblo. Da igual el partido. Fue alguien a quien se utilizó de moneda de cambio para conseguir unos fines, porque algunos pretenden torcer este Estado de Derecho a tiro limpio. Entonces les quedó bastante claro que por ese camino nunca conseguirían nada. Ahora, no sé cómo lo verán.

Sí, tal vez hacía falta ver de nuevo, con todo su dramatismo, lo que los chicos que hablan de negociar ponen debajo de la mesa...

Parece que las aguas van volviendo a su cauce; que los malos vuelven a ser los malos, pero no sabemos por cuánto tiempo. Miguel Ángel tenía que volver, para poner las cosas en su sitio. Aunque, para algunos, nunca se fue.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias 48 horas, hace 11 años