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BLAS DE PEÑAS
Lunes, 11 de agosto 2008, 03:36
Terminó la feria de la Patrona de Alicante, la Virgen del Remedio. Y terminó con más pena que gloria. Porque el saldo ganadero que envió Vegahermosa fue de vergüenza, impropio de una plaza como la alicantina. Sólo el primero se salvó de la quema. El resto fue infumable, y, salvo el toro de Jandilla, lidiado en quinto lugar, el resto fue infumable. Los toros fueron mansos de solemnidad, con mucho peligro y listos para despreciar el engaño e ir a por el cuerpo del torero. Curro Díaz sufrió un puntazo, Salvador Vega se libró por los pelos y Eugenio Pérez se jugó la vida a base de echarle mucho valor, ganas de quedar bien ante sus paisanos y ganarse una nueva oportunidad.
Voy a comenzar por el último toro, de nombre , un zambombo de 603 kilos de peso, manso de libro, peligrosísimo, que el público demandó su vuelta a los corrales. El presidente hizo bien en mantenerle en el ruedo porque no se puede devolver un toro así porque sí. Otra cosa es que interesara hacerle un favor al torero eldense, pero la verdad es que con el reglamento en la mano, Javier Arrecivita actuó con corrección.
Con ese material, bastante hizo Eugenio Pérez en mantener el tipo. Quiso agradar y por eso brindó sus dos toros al público. Pero no valió ninguno. El primero, muy listo y con malas intenciones, hizo por el joven torero en varias ocasiones. La agilidad de Eugenio le salvó algún que otro revolcón. Estuvo correcto y si hubiera matado bien, habría obtenido premio. Su segundo, el zambombo, no debió entrar en el sorteo. Imposible de lidiar, cada vez que podía intentaba echarle mano al torero. Cuando dobló, los aficionados premiaron al joven espada con una gran ovación.
Curro Díaz hace un toreo artístico, con pellizco, de la escuela andaluza-gitana. Tuvo un primer toro, el mejor de la corrida, que se dejó torear. Díaz estuvo por encima del toro pero, incomprensiblemente, loos aficionados no valoraron el trabajo del torero. Fue en su segundo, un toro con malas pulgas, en el que le ganó la partida a base de tragar mucho, de tener paciencia, de darle los terreros que requería el animal. Su estocada fue perfecta y le valió la oreja que paseó por el anillo.
De Salvador Vega lo mejor que podemos decir es que no se rindió ante el mal lote que le tocó en suerte. Su segundo, el Jandilla, se dejó torear. Le hubiera cortado una oreja si no hubiera matado pésimamente. La estocada hizo guardia. Al final hubo leve petición y vuelta.
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