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Ettien, en pleno entrenamiento en el gimnasio del complejo La Calderona de Bétera.
Vida y Ocio

Del Bernabéu al gimnasio

El ex levantinista Ettien trabaja en solitario en La Calderona tras quedarse sin equipo

C. V.

Lunes, 8 de septiembre 2008, 14:58

No quiero dar pena! Ettien se resiste a la entrevista. No son buenos tiempos para él aunque su petición deja un resquicio para, al menos, captar una realidad. Su realidad. La de un futbolista de élite que a punto de cumplir los 29 años se encuentra en el paro. En apenas unas semanas ha pasado de estar en el banquillo del Santiago Bernabéu en el último partido de Liga -no participó- a marcarse una autodisciplina para no caer en la desesperación. Algo ilógico si se tiene en cuenta que no todos pueden presumir de haber permanecido ininterrumpidamente durante once temporadas en un mismo club, y menos aún si el equipo en cuestión es el Levante. Si algo arrastra esta entidad es el continuo vaivén que sufre su vestuario. Y Ettien resistió hasta el momento que el del Levante estalló en julio. El agujero económico ha arrastrado a muchos profesionales y Ettien, al igual que David Castedo (por el que preguntó el Elche), es uno de los que se han encontrado tras el verano sin nada que hacer.

Bueno sí. Ettien se ha buscado la guerra por su cuenta. Ayer se cumplieron justo cuatro semanas desde que decidió trabajar por libre. No es el primer futbolista del Levante que se ha acercado a La Calderona de Bétera para hacer su puesta a punto. Él lo hace a diario pero ahora ya en solitario. Eso sí, no pierde las buenas costumbres y el buen humor. Lleva zapatillas, una camiseta blanca a la que las mangas le han volado y unas bermudas azules. Nada que haga recordar una equipación de su antiguo club. Es inevitable que llame la atención, aunque no lo pretenda: sus espectaculares bíceps le delatan, su ligero y particular vaivén al caminar le acompaña y la guinda a su atuendo lo pone su , un reloj -tiene pinta de valer un pico- que no se lo quita ni para ducharse. Como Cruyff cuando saltaba al césped del Ciudad de Valencia que no se atrevía a dejar su Rolex en el vestuario.

Entra en el gimnasio. A estas horas hay poca gente pero Ettien se siente cómodo. "Estos son mis compañeros de equipo", bromea mientras saluda a un par de clientes que se preparan para hacer ejercicio. "Ella es la más guapa de todos, vale la pena venir aquí", dice a una chica que recoge el cumplido sin soltar sus mancuernas.

Durante once años, Ettien pisaba a estas horas césped. Ahora se sube a una cinta para comenzar el programa que le ha confeccionado Jerome Koral, uno de los especialistas del Centro Internacional de Rehabilitación del Deportista de La Calderona. Jerome, un francés muy estudioso de la materia, se ha convertido en el profesor de Ettien. Lo ha puesto a tono pese a la soledad. "Ha hecho una pretemporada como si hubiera estado en un equipo hasta el punto de que estoy convencido que podría jugar perfectamente un partido a un buen nivel físico. Ha entendido que debe trabajar más de lo que quizás lo podía hacer antes. Creo que incluso a nivel mental también está mejorando en ese sentido. Sabe dónde estaba y donde está".

Ettien se puede decir que ha vivido todo en el fútbol. Llegó del Bassam siendo casi un adolescente fortachón junto con su compatriota Keita y ha probado la dureza de la Segunda B, la esperanza en Segunda A y la gloria en Primera, sin olvidar un frustrado fichaje al Racing por 800 millones de las antiguas pesetas e incluso la posibilidad de acabar en aquel Atlético de Madrid de Jesús Gil y Gil o del Valencia de Jaime Ortí. "A veces pasan estas cosas. Ahora me ha tocado estar solo pero no por ello me tengo que hundir. Pienso que estoy entrenando ahora más fuerte que cuando lo hacía en el equipo", confiesa mientras empieza a hacer sus primeros metros sobre la cinta.

Ha sido Schuster, con diferencia, el hombre que más jugo futbolístico ha sacado a este portento de la naturaleza, capaz de llevarse por delante a rivales -uno, dos, tres o los que sean- en una espectacular arrancada o de desaparecer completamente del juego ante la desesperación de compañeros, banquillo y público. Aplausos o pitos. Muy pocas veces ha tenido término medio e incluso su manera de ser, en ocasiones hasta un tanto pasota, le ha valido comentarios y críticas incluso de su propio vestuario.

"Vacío mi mente, me aislo", dice para justificar la posible soledad de una cinta que circula a toda velocidad bajo sus pies. Hace unos días viajó a Francia. Qué curioso. Cuando estaba en la cumbre, no iba a la selección. Y ahora, cuando está huérfano de equipo, va y lo llaman para un partido amistoso en Chantilly contra Guinea. Sacar ese tema le viene bien. "Hacía cuatro años que no iba, fíjate. He vuelto muy satisfecho porque me encontré muy bien físicamente y gusté al seleccionador. Me dijo que era como un toro, ¡je, je, je!". Su risa inunda la sala, sólo agitada en ese momento por el ruido de sus zapatillas.

Dos pisos más abajo, Jerom estudia sus gráficos. "Pienso que ahora puede perfectamente aguantar setenta minutos de un partido a tope, cosa que antes no podía. Ha alcanzado un nivel muy bueno porque está corriendo a 16,5 kilómetros por hora de velocidad máxima aeróbica durante más de siete minutos y aún puede hacerlo más". Ettien, que culminó su vida como azulgrana con un contrato muy engordado -muchos se llevan las manos a la cabeza-, ha tenido algunas propuestas. El día que se cerró el plazo estaba pendiente del teléfono porque desde Alicante habían hablado con su representante. Pero al final no pudo ser, como tampoco su marcha a Francia ("había algo con el Bordeaux") o incluso una posible aventura por Rumanía ("no me hubiera importado hacer la maleta").

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