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M. ANDRÉS FERREIRA
Domingo, 2 de noviembre 2008, 11:37
El Santo Grial, copa con la que celebró la Última Cena Jesucristo instituyendo la Eucaristía, ha sido desde el principio del tiempo cristiano objeto de devoción, culto, magia, búsqueda, interrogantes e inquietudes. Sin embargo, hablar del Santo Grial es hacerlo también de nuestras raíces, de nuestra tradición y de nuestras creencias. El largo periplo surcado por el Santo Grial entre el monasterio oscense de San Juan de la Peña, adonde había llegado la reliquia a su vez desde Roma y, antes, desde Jerusalén -de acuerdo con la tradición de la existencia del cenáculo donde Jesucristo se reunió "clandestinamente" con sus discípulo para celebrar la última cena- y finalmente a Valencia, donde se venera desde 1424. Continuando con su peregrinaje, es Jerusalén el punto de partida del Santo Grial de donde pasa a Antioquía y a Roma, por la intervención de San Pedro, donde lo custodiaron los primeros 23 papas hasta el martirio de Sixto II; papa que ordenó a su diácono San Lorenzo, oriundo de España, lo transportará a su ciudad natal -Huesca- en el siglo III para evitar la persecución del emperador Valeriano, según el historiador y cronista valenciano doctor Agustín Sales. Sin embargo, San Lorenzo, primer diácono de Roma y encargado de los tesoros de la Iglesia, antes de ser perseguido y torturado, envió el Grial con un soldado hispánico a casa de sus padres, Orencio y Paciencia, que vivían junto a Huesca en su casa de Loret, donde hoy en día está la ermita de Loreto. La sagrada reliquia permaneció hasta el año 533 en el hogar de los padres de San Lorenzo, hasta que el obispo de Huesca erigió una iglesia de la que pasó a la Catedral de Huesca. Nuevamente el Santo Grial viaja desde Huesca con el obispo Acisclo, ante la invasión sarracena, a San Juan de la Peña, lugar oculto que fue durante 400 años custodio del vaso sagrado. A pesar de ello, la reliquia tuvo que ser escondida en la cueva de Yebra, ante la persecución de las huestes de Muza. El obispo Acisclo fue torturado y el clero que acompañaba al obispo huyó con el Santo Grial, como narra en su libro El Santo Cáliz, el historiador valenciano Manuel Sánchez Navarrete. Después de un peligroso peregrinaje, salvando las incursiones sarracenas, el Santo Grial regresa a San Juan de la Peña. La reliquia permaneció desde 1424 hasta 1437 en el palacio Real de Valencia por decisión del rey Alfonso el Magnánimo, hasta que ese año se asienta en la Catedral de Valencia, hasta 1809. Ante la inminente llegada de las tropas francesas a Valencia, el Santo Cáliz fue llevado a Alicante y, después, a Mallorca e Ibiza, donde permaneció hasta su regreso a Valencia, en 1812. Sin embargo, por motivos de seguridad ese mismo año es llevado a Ibiza y de esta última población, lo hace a Palma de Mallorca. Luego regresa a Valencia en 1813. Finalmente, en 1916, el entonces Arzobispo de Valencia, Valeriano Menéndez Conde, junto con el cabildo de la Catedral, acordó instalar el Santo Grial en la antigua Sala Capitular de la Catedral, de donde pasó a la nueva Aula Capitular, llamada Capilla del Santo Cáliz, que es una estancia gótica del siglo XIV. Ruta a caballo Hace unos años la gestora de San Juan de la Peña, en colaboración con la Diputación de Valencia, impulsó la creación de una ruta, basada en datos históricos, que recorrieron a caballo un grupo de enamorados de la historia del Santo Grial. Partieron desde San Juan de la Peña para pasar por Jaca, en pleno Pirineo, por Ena, Loarre, Ayerbe, Zuera y llegar así a Zaragoza por Villanueva de Gállego. La ruta continúa por Cariñena, Daroca, Monreal del Campo y, por Santa Eulalia, se llega a Teruel, tras pasar por las impresionantes sierras de Gúdar y Javalambre. Los caminantes entran en la Comunitat Valenciana tras dejar a sus espaldas Carrión y se adentran por Barracas, Jérica, Segorbe y El Puig de Santa María, última etapa antes de llegar a Valencia. La ruta es apasionante por su recorrido que discurre igual por crestas prepirenáicas, por campos de cereales, por insospechados castillos, por viejas ciudades señoriales y monumentales, así como por poblaciones en las que da la sensación de que el tiempo no ha pasado. Un camino lleno de espectaculares y sorprendentes paisajes a los que sólo le falta marcar su itinerario, como sucede con el Camino de Santiago.
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