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M. J. CARCHANO
Domingo, 7 de diciembre 2008, 03:46
La puerta del patio está abierta. Dentro, un olor nauseabundo y una escalera sin luz que lleva mucho tiempo sin ver de cerca el paso de una escoba. Algunas de las puertas se sujetan con un candado. "El piso no es mío, es de mi hermano, que me lo deja", dice Jose, que abre la puerta de su casa sobre las once de la mañana. Jose es uno más del cerca de cien vecinos que vive en los seis patios que conforman una manzana declarada en ruinas en el año 1981 en el barrio del Xenillet de Torrent. Con el paso del tiempo, la finca ha ido deteriorándose sin que nadie haya acometido una reforma integral. "Cada uno hace lo que puede. Algunos vecinos intentamos cuidar la finca, otros no hacen nada", dice una mujer, que se acerca sigilosamente al ver la cámara de fotos. "Tenemos miedo porque nos amenazan", asegura esta vecina en voz baja mientras mira a uno y otro lado de la calle. "La mayoría no paga la comunidad ni limpia la escalera". Algunos patios se han mantenido en condiciones aceptables, otros ni siquiera se limpian y hay una parte del inmueble que está tapiado desde hace años por su mal estado. El principal problema de esta finca es que no está conectada a la red de alcantarillado y los desagües van a parar a los pozos ciegos sobre los que se asientan los cimientos de la vivienda. "Pero si en 30 años no ha pasado nada, no tiene por qué pasar ahora", comenta otro vecino. El Ayuntamiento de Torrent anunció hace unos meses que esta finca, con un centenar de viviendas, sería derribada, después de realojar a sus inquilinos. Sin embargo, puntualiza el concejal de Urbanismo, Santi Martí, "es un proyecto a medio plazo. Queremos construir viviendas en un solar cercano. Cuando todos los vecinos tengan una vivienda, derribaremos la finca". En la fachada faltan trozos de mampostería que se han desprendido a lo largo de los años. "Hay quien lo arregla, pero, ¿para qué nos vamos a gastar dinero si van a derribar la finca?", se pregunta Luis. "En la mayoría de las viviendas hay niños a los que cualquier día se les caerá un trozo de fachada encima de la cabeza", dice Carmen. Los bajos están prácticamente abandonados, salvo un horno, que se ha convertido, junto a una farmacia y algunos bares, en uno de los pocos comercios del barrio. "La finca está bien, si quieren tirarla quiero un local en las mismas condiciones", dice Conchi. El resto de locales están vacíos y un fétido aroma sale de alguna ventana que ya no tiene cristal. La finca está situada en un barrio que tiene la calificación de Acción Preferente por sus altas cifras de desempleo o de absentismo escolar. Además de los programas que se desarrollan desde las áreas de empleo o bienestar social, el Consistorio va a acometer la mayor inversión que la zona haya visto con una programa europeo llamado Urban, que pretende acabar con las diferencias socioeconómicas que le separan de otras zonas de la ciudad. Según algunas estimaciones municipales, en el Xenillet el 80% de sus vecinos ocupan las listas del paro. En sus calles, además, se puede observar a algún que otro grupo de chicos que todavía deberían estar en un aula. Jose tiene seis hijos. "La vivienda por lo menos es grande -dice- y cabemos todos". "Mis suegros viven en esta finca. Los muros de la escalera están agrietados, pero ya están acostumbrados", dice Dori. María apostilla: "Y está lleno de humedades, pero qué vamos a hacer. Lleva 20 años así". No se acaban de creer las promesas del Ayuntamiento, que ahora les anuncia que tendrán una vivienda más digna. "Después de tanto tiempo, ya no nos creemos nada". Desde la Concejalía de Urbanismo, su edil asegura que todos tendrán una vivienda mejor, pero a medio plazo. "La inversión ya está aprobada por Europa. Ahora vamos a pedir financiación a la Dirección General de la Vivienda para construir el nuevo inmueble y realojarlos". Recalca sin embargo que esto no es para mañana. Antonio es escéptico. "Se mueven los cimientos y aquí no viene nadie".
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