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Algunas de las reclusas y sus hijos en las cárceles valencianas durante el periodo franquista.
"Mi pasado me ha seguido siempre"
Tema del día

"Mi pasado me ha seguido siempre"

Miles de menores perdieron su niñez a causa de la dictadura franquista

J. ABIETAR ZAHONERO

Domingo, 18 de enero 2009, 03:49

El juez Baltasar Garzón acaba de enviar a los juzgados de instrucción decanos de Valencia, Burgos, Barcelona, Madrid, Málaga, Vizcaya y Zaragoza todos los datos sobre los niños perdidos del franquismo. Un paso más dentro de la causa que investiga las desapariciones de la época. Pero no todos los menores fueron robados, algunos fueron obligados por sus padres a vivir con otras familias para evitar su rapto. Este es el caso de Julia Gómez. "Mis padres eran comunistas y cuando acabó la guerra intentaron marcharse de Valencia para que no le pegaran un tiro. Mi padre se fue un día antes y mi madre cogió lo justo para alimentarnos y seguimos su camino hacia Alicante". Para entonces Julia tenía 20 meses. Al llegar a Alicante a su padre ya no lo vieron y ellos no pudieron salir porque "los italianos habían cercado el puerto y a las mujeres las llevaron a distintos sitios. A mi madre y a mi a un cine". En este lugar permanecieron hasta tres días "sólo con unas sardinas diarias para los adultos y, creo que con buena voluntad, un poco de leche que estaba sin hervir, por lo que causó la muerte de los bebés más pequeños". Julia y su madre fueron llevadas de regreso a Valencia, donde las encarcelaron en La Pechina. "Allí cada mujer tenía ladrillo y medio para dormir, porque de día estaban en el patio", señaló. La progenitora consiguió que la pequeña niña viajara a Madrid con una tía, pero sólo unos meses después ésta murió y Julia se quedó en la calle junto a tres primos de 8, 10 y 13 años. "Tuvimos que rebuscar entre la basura", señaló. Otra vez en dirección a Valencia. El segundo intento fue el bueno. "Mi madre consiguió que me fuera con la familia de su compañera de celda, y estos son a los que he llamado padres, hermanos y tíos. Incluso el abuelo se puso como mi tutor para que si a mi madre le pasaba algo a mi no se me llevaran", manifestó. La progenitora de Julia había sido condenada a pena de muerte, aunque estaba pendiente si se la conmutaban. Así que con casi tres años la pequeña entró en prisión, donde pasó casi un año de su vida junto a su madre. "La entrada me marcó mucho, me subieron a una mesa y me desnudaron por completo para llevarme a las celdas donde recuerdo a las mujeres hacinadas", manifestó. La comida en prisión eran lentejas "pero tenías que quitarle con una esponja los gusanos y demás porquería. Me ha costado muchos años volver a comerlas". Cuando a la madre de Julia le cambiaron la pena de muerte por 30 años de cárcel, la niña no tuvo más remedio que volverse con su otra familia. "Hasta los nueve años estuve visitando a mi madre los días de la Merced, Navidad y Reyes". En 1946 la progenitora fue puesta en libertad, pero poco después volvieron a capturarla en Madrid "por repartir prensa de El Mundo Obrero". Julia llegó a los 18 e incluso comprobó cómo operaban a su madre de cáncer en la propia cárcel, pero ya era tarde. Tras la intervención la adolescente disfrutó de su madre dos años y medio hasta que esta murió. Su pasado le ha seguido siempre. "De muchos empleos me despidieron sólo porque era hija de quien era, hasta que una persona buena me dejó trabajar. Mi ilusión siempre fue estudiar Medicina, pero me he quedado con las ganas". El caso de Julia es poco común. El investigador Matías Alonso dijo que los niños robados son "personas de familias desestructuradas porque han perdido a algún miembro importante y que han pasado este trauma de pequeño". Cuando finalizó la época franquista muchos niños "habían olvidado su etapa anterior". Aquellos que sí conocen su pasado "no han hecho nada tal vez por temor a perder la vida que tienen ahora en la que probablemente les han inculcado valores diferentes a los de su origen, que son lo contrario", explicó. Sólo el interés Solamente las personas "que han tenido inquietud por conocer su pasado han llegado hasta las últimas consecuencias", añadió el investigador. Y una de estas es Vicenta Flores. Cuando tenía cinco o seis años se la llevaron de Valencia en dirección al colegio La Paz de Madrid. Después de cuatro familias distintas, cuando llegó la adolescencia se interesó por encontrar la verdad. Su lucha obtuvo recompensa y hace varios años acude al cementerio de Paterna para honrar a su auténtico padre, Melecio Álvarez, fusilado en 1939. Sin embargo, este es un caso inusual. Cristina Escrivá y Rafael Mestre son dos historiadores que están investigando las colonias escolares de la época, "de las que hubo más de 500 en toda la zona de Levante", apuntó Escrivá. En cuanto a los niños robados, explicó que en la Comunitat "no existen muchos datos sobre ellos. Está investigándose, pero con mucha dificultad ya que existe un gran vacío", según la historiadora, quien añadió que "casi el 95% de estas personas ni siquiera recuerdan los años que vivieron en la posguerra".

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