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A. G. R.
Domingo, 22 de febrero 2009, 03:16
i consecuencias de la crisis I Pedro Salvador, vecino de Valencia, sabe que su anuncio , que cuelga de farolas y escaparates, es polémico. Incluso puede llevar a confusiones. Lo admite. Pero precisamente es eso lo que persigue: llamar la atención a toda costa. Buscar clientes en la tela de araña de esta crisis en la que ha quedado atrapado, como tantos otros. "He visto a mucha gente reírse delante del cartel", afirma. Pero lo que a Pedro no le hace ninguna gracia es su "situación límite", en el filo de la navaja. A mes y medio de que se le termine el paro. Hace dos años tuvo que dejar su trabajo de ebanista, un sector que ya andaba tocado. Desde entonces, los trabajos ocasionales se han ido sucediendo al igual que los meses caen del calendario. Hasta que al final decidió convertirse en marido en acción para cualquier tarea del hogar. Bajo el agresivo reclamo se esconde el clásico manitas a domicilio, aunque con algunas nuevas funciones. "¿Qué cómo se me ocurrió el nombre? Creo que estaba tan desesperado que me salió del alma". Y es que de la necesidad surge el ingenio. "A mí de pequeño, mi madre ya me mandaba a las casas de las vecinas para que les arreglara cosas", presume. Y de esas órdenes de infancia espera ahora conseguir su supervivencia económica a través de pedrosalvadorferrer@gmail.com. Sin ofertas en el INEM No cierra ninguna puerta, es más las abre todas de par en par. Bricolaje, carpintería, electricidad, fontanería, enchufes, restauración de muebles, informática, electrodomésticos, recados, transporte... Hasta incluso hacer la compra o llevar el coche a la ITV. "Todo ha cambiado en esto de buscar trabajo. Antes ibas al INEM y había ofertas de todo tipo. Ahora, poquísimas". Lo de buscarse la vida se convierte en obligación para muchos. Y las clientas van llegando aunque sea a cuentagotas. "Si trabajas bien y dejas satisfecho al cliente, este repite. Por eso es tan importante el boca a boca". Una de las ventajas son los precios, también adaptados a la crisis: "14 euros por 60 minutos. Si tengo que estar más tiempo, las siguientes horas ya las cobro a 12 euros". Cualquier empresa que acude a un trabajo de poca importancia a un domicilio "te pide una barbaridad", asegura Pedro. Él, en cambio, no cobra ni el desplazamiento. La gente que le reclama para tareas en el hogar ronda los 40 años, de clase media. "Hay de todo, incluso mujeres casadas pero que sus maridos no tienen tiempo para ponerse a hacer las cosas de casa cuando llegan del trabajo". Pedro sabe que la confianza es una de las claves para conseguir clientes. "¿Quién puede confiar en alguien cuya oferta ha visto colgada en un cartel por la calle?", se pregunta.
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