Una barraca histórica en venta
Una típica construcción huertana con siete hanegadas en Alboraya se ofrece por 900.000 euros
MIGUEL CARBONELL
Domingo, 1 de marzo 2009, 14:07
Si usted quiso tener una auténtica barraca huertana, de las históricas que apenas quedan, esta es su ocasión. La venden en la huerta de Alboraya, muy cerca del barranco de Carraixet y de la autovía de Puçol, desde la que es bien visible. Pero ha de disponer de 900.000 euros para comprarla, 150 millones de pesetas. Al menos es eso lo que piden, pero parece que cabe negociar el precio. Se trata de la barraca de Cucalo y fue la vivienda de una familia de labradores hasta hace casi medio siglo. Después, cuando sus habitantes se mudaron a una vivienda más amplia y confortable, siguió cumpliendo un papel de habitación ocasional en medio de la explotación agraria de la familia, donde se guardaban además aperos de labranza y se criaban animales de corral. La barraca, con las siete hanegadas y media (unos 6.200 metros cuadrados) que la circundan, fue adquirida posteriormente por la empresa Porcelanas Lladró, a través de su filial Deygesa Agraria, que la ha mantenido hasta la actualidad, aunque últimamente se encuentra algo descuidada, en comparación a como estuvo durante décadas. La emblemática firma de la porcelana, enclavada a escasos kilómetros, entre Alboraya y Tavernes Blanques, la empleó en ocasiones para desarrollar allí algunos eventos sociales y de relaciones públicas, pues la barraca, su huerto antiguo y los bancales de huerta que la rodean componen un marco único e incomparable. Durante muchos años, junto a la barraca hubo un cartel publicitario de Porcelanas Lladró, con la imagen de un Quijote, que desapareció probablemente a raíz de que, en los primeros años 90, el entonces ministro de Obras Públicas, el socialista Josep Borrell, decretase la prohibición de anuncios junto a las carreteras y autovías. La empresa Deygesa pasó a ser sólo de los hermanos José y Vicente Lladró, después de que Juan, el hermano mayor de la saga, les vendiera su parte en esta filial, al no estar interesado en los negocios agrarios. Posteriormente, José y Vicente procedieron a repartirse las propiedades rústicas, para regentar cada uno directamente su propia explotación. La barraca de Cucalo correspondió en este reparto a José Lladró, con quien contactó Vicente Hernández (padre de la actual consellera de Agricultura, Martitina Hernández), que en aquel momento era presidente de la Fundación de Agricultura y Medio Ambiente (Fuvama), para que la cediera a esta entidad con el objetivo de crear un museo de l'Horta y abrirlo al público, especialmente a los escolares. Así fue como nació el proyecto de , auspiciado por Fuvama y que contó con el patrocinio de la Diputación Provincial de Valencia, en cuya red de museos quedó encuadrada. La barraca, que entonces estaba muy cuidada y contaba con una esmerada cubierta de paja, fue pulcramente amueblada para evocar lo que fue la típica vivienda de los labradores en mitad de sus campos. Se recrearon los distintos espacios: la cocina, la pequeña mesa, los humildes cuartos con cortinas en las puertas, l'andana, la pica y la bomba de agua de fuera, la sombra de la parra, la higuera, el corral para las gallinas... Se instaló un pequeño invernadero en el huerto y los campos se mantuvieron meticulosamente cultivados durante años, porque se trataba de conseguir que los visitantes conocieran cómo se producen las chufas, las coles, las patatas, las lechugas... Sobre todo iban comitivas de niños, con recorridos programados desde los centros escolares. Pero la actividad fue decayendo. Llegó la crisis, se acabaron las subvenciones, dejó de estar vivo el pequeño museo, los campos de huerta tampoco son rentables... La familia de José Lladró ha decidido poner en venta la barraca y sus campos. Se la ofrecieron al Ayuntamiento, por si quería adquirirla, pero el alto coste económico impide su compra. No cabe pensar ya en un uso agrario como antaño, ni tampoco es una construcción protegida, que tenga un valor patrimonial, pero quizás quepa una utilización para eventos sociales, además por su ubicación privilegiada y su excelente conservación. Y de ahí el alto precio que piden, con permiso de la crisis.
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