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Tribuna

La masía del Espinar y doña Germana de Foix

FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS GIRONÉS

Domingo, 1 de marzo 2009, 04:08

Existe en el término municipal de Liria una masía denominada el Espinar que en otro tiempo fue propiedad de los monjes jerónimos y que ahora cobra un cierto protagonismo por cuanto se está estudiando si realmente los restos de doña Germana de Foix están o no en el monasterio de San Miguel de los Reyes, erigido precisamente por iniciativa de los entonces duques de Calabria, como es bien sabido. La verdad es que este magnífico monasterio fue elegido por ellos como destino para su última morada, pero por lo visto hasta la fecha no se ha podido constatar si en él están los restos de doña Germana, aunque existe un buen número de circunstancias que van indicando que sí descansa en él. Cuando le sobrevino la muerte se encontraba en Liria, porque la carta remitida a la emperatriz notificándole su fallecimiento concretaba que había ocurrido, aunque sin especificar el lugar exacto. Sin embargo, en la masía del Espinar se conserva la evidencia de que doña Germana falleció en ella. Por un lado, el edificio mantiene rasgos de haber sido un lugar de oración, propiedad efectivamente de los monjes jerónimos. Aún está en él la espadaña que albergaba las campanas y el escudo de los duques de Calabria tal y como lo solían utilizar los monjes. Pero, por otro lado, lo más importante es la reproducción exacta de la lápida original que recoge el hecho luctuoso y el traslado de los restos mortales de doña Germana, que dice así: "En este histórico monasterio a la sazón de los monjes Jerónimos falleció 15 de Octubre 1536 siendo Reina Gobernadora de Valencia Germana de Foix esposa que fue del rey D. Fernando el Católico Marquesa de Brandemburgo y Duquesa de Calabria. Cien clérigos con antorchas acompañaron sus restos mortales hasta Valencia, donde reposan en el Monasterio de S. Miguel de los Reyes. In memoria scripsit (Crónica del Reino de Valencia) (Viciana)". La actual lápida, como decíamos, es copia de la original destruida durante la guerra civil y mandada reproducir exactamente por el propietario de la masía, quien la colocó en su primitivo emplazamiento. El contenido no ofrece duda de adónde se dirigió el cortejo fúnebre. El edificio dejó se ser monasterio cuando, por los efectos de la desamortización de Mendizábal, fue expropiado a los monjes y cedido en arriendo, hasta que el año 1822 lo compró un industrial catalán, quien fue su propietario hasta el 18 de diciembre de 1883 cuando la vendió a don Jacinto Gil de Avalle y González Larrinaga. Encuadrada dentro de las denominadas masías fortificadas, conserva hoy día una parte del muro y sendas garitas, así como las cuadras, ahora ya sin uso al igual que las taquillas de madera, en otro tiempo utilizadas por los numerosos empleados que tuvo, para cuidado de las tierras de labor. El patio, donde precisamente está la lápida en cuestión, conserva aún el pavimento adoquinado. Es, desde luego, un ejemplar interesante, tanto por la carga histórica como por su arquitectura, en la que predominan los rasgos del siglo XVIII. Hoy día sigue siendo propiedad de los herederos de don Jacinto Gil de Avalle, quienes, generación tras generación, la han venido conservando en impecable estado.

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