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Casa Penedés, pulcramente restaurada, con su pared cubierta de hiedra y sus viñedos en primer término.
Paraíso amenazado
LES ALCUSSES-ALFORINS

Paraíso amenazado

El valle de Les Alcusses de Moixent acoge hoy una multitudinaria protesta contra el proyectado macrovertedero

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 8 de marzo 2009, 03:25

Salen postales. Aunque el fotógrafo quisiera evitarlo, enfoca el objetivo y, aquí y allá, aparecen postales, imágenes que parecen preparadas para un catálogo publicitario de este valle espléndido de Les Alcusses y Alforins, pero que son casuales, de tan abundantes. Y además son cambiantes. Sacas las fotos por la mañana, repites por la tarde, y han variado los matices. La luz es aquí muy especial, y la influencia de esas nubes casi primaverales que van y vienen y descargan un chubasco que parece el puntual riego del mediodía. Vuelves a las pocas semanas y aún te da más la impresión de estar ante algo diferente. El trigo ha crecido y su verdor más intenso ha terminado por cubrir las tierras que antes se mostraban ocres y albarizas. Los almendros y albaricoqueros han florecido y ofrecen todo su esplendor, entre blanco y rosado, que enseguida se irá entrelazando con el verde de sus nuevas hojas. Los viñedos, que todavía son esqueléticos restos de su pasado esplendor, se preparan ya, entre las últimas podas, para resurgir con fuerza en millones de pámpanos y completar ese cuadro repleto de verdes que se conjugan con los olivos y pinos. Y todo esto se encuentra ahora lamentablemente amenazado por el proyecto de instalar aquí un macrovertedero de un millón de metros cuadrados que condicionaría el futuro del valle. Un tractor labra a lo lejos un barbecho. Una nota de terreno desnudo y mimado que añadir al cuadro. Será para esperar su turno de siembra del próximo año. O no. El apicultor Luis Francés nos ilustra con algunos datos sobre la feracidad de estas tierras de secano amenazadas. Él mismo ha preparado una porción de su finca para poner melones y calabazas, y hará la recolección en pleno estiaje, sin riego. "Es una tierra muy buena -nos explica- y con cuatro gotas que caigan, retiene la humedad; es el único sitio que conozco en el que se puede producir maíz sin riego, y con buenas cosechas". Pablo Calatayud, el prestigioso viticultor del Celler del Roure, indica que la sabiduría del agricultor del valle, esa cultura secular que se va transmitiendo de manera anónima, ha hecho, desde siempre, que las viñas se pongan en las laderas de las solanas, más secas y resguardadas, y el cereal en las frescas vaguadas. Ya lo hacían así los íberos del poblado de La Bastida cuatro siglos antes de Cristo, como prueban los estudios arqueológicos, todavía sin completar. El Guerrer de Moixent, escultura emblemática de la historia del pueblo valenciano, fue hallado en ese poblado ibérico, un bastión con dos murallas que domina el valle. Una azada de 24 siglos Los guías de La Bastida enseñan a los visitantes una azada actual y otra de hace 2.400 años. Sorprende que sean prácticamente iguales. Pablo habla del "legado histórico y cultural que es preciso que preservemos y sigamos transmitiendo", y frente a quienes plantean la necesidad de 'progresar' a base de arrasar todo vestigio anterior, se pregunta: "¿Quiénes somos nosotros para decir qué ha de seguir o desaparecer, si nuestras vidas no son nada frente a una larga trayectoria que ha hecho posible nuestra propia existencia?" Pablo Calatayud es uno de los jóvenes viticultores que ha impulsado la zona y han conquistado un gran prestigio trabajando mucho y bien. Junto a el, Daniel Belda, Rafa Cambra, las cooperativas de Moixent y Font de la Figuera, las bodegas Heretat de Taberners, Pago Casa Gran, Los Frailes, Los Pinos, Torrevellisca y El Angosto. Todos han mantenido lo que tenían, han puesto mucho esfuerzo y conocimiento en crecer, han reinvertido beneficios, han viajado por medio mundo para vender..., y ahora ven en grave peligro lo que han conseguido. Si se construyera en el valle la macroplanta de tratamiento e incineración de basuras, se iría todo al traste. Se esfumaría la imagen conseguida. Ni siquiera sería posible conseguir ya las mismas calidades. Tienen claro que la polución que se generaría afectaría a las uvas, y el vino no sería igual. El deterioro de sus bodegas sería imparable. A nadie le gustaría beber vinos elaborados junto a un enorme basurero. Estas tierras, entre gravosas y arcillosas, según cada ubicación, aportan una diversidad que es la base de la riqueza agrícola de la zona. Estamos a 600 metros de altitud y en el secano más productivo, capaz de conseguir hasta 4.000 kilos de grano de cereal por hectárea, cuando la media normal (sin riego) es de unos 2.000. Unos terrenos que aportan también a los viñedos unas características especiales, cada vez más valoradas por especialistas y críticos de todo el mundo. Algunos señalan comparaciones con el prestigioso Priorat tarraconense y el gran gurú norteamericano Robert Parker se ha dignado dedicar algunas puntuaciones altas a vinos de aquí, lo que supone abrir las puertas del favor comercial a lo grande. Y esto no ha hecho más que empezar. La propia Denominación de Origen Valencia reconoce la gran categoría y el prometedor futuro que tiene esta área de su demarcación. Pablo Calatayud define las principales cualidades de estos vinos destacando "su gran complejidad" y advierte que eso lo acaba determinando "la mineralidad de la tierra". En el túnel de las viejas bodegas del Celler del Roure hay un indicio bien llamativo. En el techo, entre gravas impregnadas de humedad infiltrada a lo largo de casi cuatro siglos, pueden apreciarse unas cuantas raíces de vid que fueron capaces de penetrar hasta cinco metros de profundidad. Ahí está la prueba clara de esa búsqueda de la "mineralidad" que se combina con la "fruta" y hace menos necesaria la "madera" de crianza. Entre los caminos que cruzan los bancales escalonados aparecen las viejas casonas que hablan de unos tiempos de poderío y de una decadencia posterior que ahora renace con el impulso de las nuevas explotaciones agrarias y del auge del turismo rural. Aquí cobra todo su valor ese nuevo concepto del desarrollo rural. Un paisaje a proteger Casa Penadés, Casa Oráa, Mas del Apotecari, Casa Cañaes, Altet de l'Ampolla, La Casa Nova, Casa Torró, El Barranquet... son títulos ilustres que figuran en las indicaciones de los caminos, y aquí y allá, en un repecho, en lo alto de la colina, al final de una senda con cipreses o rodeadas de arboledas, aparecen esas construcciones, también de postal, que rememoran más aún ese paralelismo de la zona con la región italiana de la Toscana, salvando las distancias y los tamaños, claro. ¿Seremos capaces de dejar perder toda esta belleza o reaccionaremos a tiempo y evitaremos lo que todavía se puede reconducir con sentido común? El ayuntamiento de Moixent, a cuyo término municipal pertenecen los terrenos donde se proyecta el basurero, ha dado un paso fundamental en la buena dirección. Según ha anunciado su alcalde, Vicente Dubal (PP), en el pleno de mañana lunes tiene previsto acordar la declaración de Paisaje Protegido para el valle de Les Alcusses, donde hoy mismo, por la mañana, está prevista una multitudinaria concentración popular para reivindicar que se no se haga la planta. Esa protección municipal, que deberá ser ratificada por la Generalitat, sería el freno a lo que puede estropear para siempre uno de los pocos paraísos valencianos, un auténtico valle de postal.

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