Mensajes de vida
Ramón Victoria, presidente de honor, lucha contra su enfermedad mientras recibe cientos de correos de apoyo
JOAQUÍN BALLESTA
Lunes, 16 de marzo 2009, 04:56
Cuando uno es consciente de que acude a visitar a un enfermo en situación crítica, o tal vez peor, lo hace ciertamente sobrecogido, con ese nudo en el estómago producido por el temor de no saber cómo reaccionar o qué decir. Sucede con mayor motivo cuando se trata de un amigo. Ramón Victoria lleva tres meses ingresado en la clínica Quirón de Valencia. Su estado es grave y, ¡maldita sea!, los pronósticos de los médicos que le atienden no son nada halagüeños. Me rebelo con todas mis fuerzas ante la posibilidad de que el presidente de honor del Levante UD nos deje, se vaya antes de que el equipo de sus entrañas cumpla 100 años de vida. Sería injusto que no pudiera disfrutar de tan extraordinaria efemérides, de mayor mérito en un club cuya trayectoria ha estado marcada por un sin fin de penurias, en las que continúa inmerso. La frase que acuñó el entrañable Paco Gandia -"un club forjado en el yunque de la adversidad"-, no fue por casualidad, surgió producto de los innumerables sinsabores que han perseguido, casi masacrado, a la entidad levantinista. Ramón Victoria ha sido directivo del Levante en los últimos 38 años, desde aquel 16 de febrero de 1971 cuando entró a formar parte de la junta directiva que presidió el ya desaparecido Manuel Grau Torralba, el hombre que trajo a Carlos Humberto Caszely. Pero el sincero y fiel levantinismo de Ramón arranca prácticamente en su Alcublas natal. No en balde, cuando contrajo matrimonio con Mari Carmen Robles, la mujer de su vida, le puso como única condición que le permitiera seguir por doquier a los portadores de "las barras azulgranas de su clásico jersey", como reza el himno del equipo valenciano. Su vinculación de por vida al Levante, al que llegó para trabajar, nunca para alimentar su vanidad, ha endurecido a Ramón Victoria. Le ha hecho fuerte. Y ha dado muestras de ello en los últimos años, en los que ha tenido que plantar cara, y con qué agallas lo ha hecho, al cruel destino que la vida le ha deparado cuando más merecía descansar y disfrutar. Ha sido capaz de superar varios ataques durísimos contra su salud, entre ellos vencer a un cáncer, y tener los arrestos suficientes para hacer frente a la injusta enfermedad que sufre Mari Carmen, la cual le impide no sólo estar a su lado, sino saber el delicado momento que atraviesa. Pero no quiero desviarme del que es motivo de este reportaje. Vuelvo por ello a la clínica Quirón. Accedo a la habitación que ocupa Ramón. Me recibe Enrique Victoria, Quique, su sobrino y casi el hijo que no pudo tener. Me pone al corriente de los problemas que han ido mermando la salud del presidente de honor azulgrana, el Alfredo di Stéfano del Levante. Hablamos de pie. El diagnóstico médico, resumido, es aterrador: situación irreversible. A mi derecha, la cama en la que se encuentra postrado Ramón Victoria. A la izquierda, una mesa sobre la que hay un ordenador portátil, encendido, en cuya pantalla aparece una de las múltiples páginas existentes de portales levantinistas. En el ángulo superior izquierdo, un gigantesco escudo del club. "Lo tengo porque es increíble la cantidad de mensajes de apoyo hacia mi tío que están llegando", me cuenta Quique que, raudo, abre el armario de la habitación y me muestra un puñado de folios en los que ha imprimido las misivas de cientos de aficionados levantinistas, valencianistas, valencianos en general, que animan a Ramón a seguir luchando. A Quique, a quien su tío le inculcó desde niño el amor al Levante, se le iluminan los ojos cuando reconoce que la brutal cantidad de muestras de cariño que está recibiendo Ramón Victoria le llegan a emocionar. "Es increíble. De verdad, no lo podía imaginar", afirma. Le recuerdo que cada cual recoge lo que siembra y que Ramón, lejos de generarse enemigos como han hecho tantísimos dirigentes del fútbol patrio, sólo hizo amigos. Que no es poco. Ramón, sobre la cama y conectado a varios aparatos que le ayudan a mantenerse con vida, tiene la mirada perdida en lo alto, clavada en el techo de la habitación. No pestañea. Le pregunto a Quique si está consciente, si puedo decirle algunas palabras. "¡Claro! -salta como impulsado por un resorte-, muchas veces reacciona a los estímulos que le llegan". Nos acercamos a la cabecera. Cada uno a un lado. Quique, todo ternura, le besa la frente mientras le acaricia un brazo y le habla elevando el tono de voz. "¡Tío!, ha venido a verte Joaquín Ballesta." Ramón Victoria mueve una de sus extremidades superiores. No habla. Es imposible. Sin embargo, queda la sensación de que ha entendido lo que le ha dicho Quique. Me alegro por ello. Son muchos los recuerdos que, tras más de 30 años de relación profesional y de entrañable amistad, en cuestión de segundos, transitan por mi mente. El más reciente, hace sólo unos meses, cuando Ramón vino hasta la redacción de LAS PROVINCIAS con un par de ejemplares de su libro "Mi Levante y yo", para obsequiarnos a Vicente Furió y a un servidor. Poco después, el día de Navidad, Ramón Victoria llamaba por teléfono a Quique. "No me encuentro bien", le dijo. Ingresó en la clínica Quirón, directo a la UCI, donde cumplió 78 años (8-2-1931) y superó como un campeón una grave neumonía. Después, lamentablemente, surgieron otros problemas. Más serios, si cabe. No obstante, albergo la esperanza de que, por enésima vez, Ramón Victoria esquive a la cruda realidad y a las previsiones más pesimistas que los médicos vuelven a hacer sobre su estado de salud y, como ha hecho en varias oportunidades, dé la alegría de verle de nuevo en la brecha. Ser del Levante curte, endurece, fortalece y Ramón tiene el honor de haber sido el presidente levantinista más longevo en la historia del club. Accedió al cargo un 1 de julio de 1986, con el club como un solar, cuando nadie se atrevió a hacerlo, respaldado por un puñado de valientes como Pedro Villarroel, Ángel Rubio, Miguel Aparicio o Miguel Ángel Marín y se mantuvo al frente hasta el 14 de febrero de 1994. Casi ocho años. La situación actual del Levante no es mucho mejor que la de entonces. Por eso, Ramón, tu equipo te necesita. Tus amigos, por supuesto. Y Mari Carmen también. No nos falles.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.