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AGUSTÍN VILLANUEVA
Domingo, 28 de junio 2009, 04:20
Cuando escribí el articulo "La bomba del día después", uno de los lectores de mis artículos me decía lo siguiente: Sigo con atención su cruzada contra las nuevas normas y sin entrar en el fondo de la cuestión, que en muchos aspectos no comparto, me permito con toda modestia sugerirle una propuesta que, por lo menos, puede tener valor para el periodismo irónico. Me atrevería a proponer la declaración como "especie protegida" de estos fetos "prehumanos"; lo digo en serio, porque si esto se consiguiera, su destrucción acarrería las mismas consecuencias, incluso penales, que las previstas en nuestra legislación para quien destruye un nido de águilas o un huevo de algún otro animal en vías de extinción, que son en definitiva otros seres vivos a quienes protege la normativa penal. ¿No le parece al menos paradójico? Caro lector, no es que solamente me parezca paradójico sino que me parece demagógico.
A nuestra "miembra", especialista es flamenco, le podemos decir lo que en Georgías manifiesta Platón: el ignorante resultará, ante los ignorantes, más convincente que el conocedor. no hace ninguna falta que la retórica conozca cómo son las cosas mismas, sino haber encontrado una artimaña para persuadir de tal manera que el orador parezca a los no conocedores saber más y mejor que los conocedores. La artimaña es la demagogia, que consiste en utilizar procedimientos retóricos para persuadir a la masa ignorante de quien habla lo hace con conocimiento de causa aunque no lo tenga. Cuando se escuchan cosas como, "entra la píldora poscoital y la gripe A, estamos buenas", que "aznar defiende ahora la vida humana cuando nos metió en una guerra injusta e ilegal", que una joven puede "ponerse tetas" sin que sus padres lo sepan, podemos decir que la retórica es el instrumento elocutivo del discurso; la retórica puede ser un instrumento de la demagogia.
La experta en flamenco nos dice que el feto no es un ser humano y que abortar es como ponerse tetas. Aido, Aido, me parece que va a ser que no. Como manifiesta Dalmacio Negro en su libro "El Mito del hombre nuevo", el mayor peligro al que se enfrenta la naturaleza humana no son los científicos sino los políticos. De ellos cabe esperar que hagan suyos los ideales y la retórica transhumanista cuando les parezcan útiles para sus fines de poder. Cara amica, desde el momento en que el óvulo, así ha sucedido con mis nipotines Emmanuel y David Agustin (que por fin ya han salido de la UCI, y han pasado a neonatos), es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo.
La genética moderna muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar. La sociedad actual y la política la vamos a cambiar la sociedad civil, en la Comunidad Valenciana ya hemos empezado con la Ley de Protección a la Maternidad, y es fruto de la colaboración entre políticos y la sociedad civil.
El primer derecho de una persona humana es su vida, por ello debe ser protegido más que ningún otro. La ley humana puede renunciar al castigo, pero no puede declarar honesto lo que sea contrario al derecho natural, pues una tal oposición basta para que una ley no sea ya ley. No se puede jamás aprobar el aborto, jamás, pero por encima de todo hay que combatir sus causas, y esto comporta una acción política, y ello constituirá en particular el campo de la ley. Hobbes sostenía la regla aúrea de la "Ley del Evangelio" allí contenida, no hagas a los demás aquello que no quisieras que hicieran contigo. Y Chesterton decía que cuando se ha dejado de creer en Dios ya se puede creer en cualquier cosa. Con los ojos cerrados a la verdad, no es que falte la fe, es que se resquebraja el mismo fundamento de la sociedad.
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