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F. P. PUCHE
Sábado, 11 de julio 2009, 04:45
Igual que nuestro Pablo Salazar cae en la apremiante urgencia de escribir cada año sobre las abominables bermudas y chancletas de los jóvenes que en verano se obligan no ya a vestir fresco, sino a vestir mal, yo me dejo seducir por la tentación de renegar de dos insustituibles campañas parche con las que la Administración autonómica gasta el dinero que ya no tiene.
Uno de estos planes, que se pone en marcha en cuanto el verano asoma la orejita, tiene la clara finalidad de decirles a los jóvenes que pueden beber como cosacos en las noches desabrochadas de la costa, porque para eso se inventó el tranvía, un prodigio que les llevará tranquilamente a casa, a tirar la pota con mamá, eludiendo a la Guardia Civil. La otra campaña, no menos inocente y probablemente muy contradictoria, es la de la cordura, el autocontrol y la afirmación del aplomo; la que invita a los jóvenes a ir de jarana como siempre, pero les comunica que «si te pasas te lo pierdes», al tiempo que les invita a reflexionar sobre una contradicción: «piensa mientras bailas».
He escrito por ahí arriba «inocente» y no sé si es la palabra adecuada. Quizá la Administración, todo lo contrario, peca de culpable a través de esa vía hipocritona, de compadreo moral y apósito ingeniosillo, con la que no se sitúa frente a los evidentes abusos del alcohol y las drogas, que sería una tesitura desagradable, así que les ofrece soluciones, admoniciones y consejos de buen pastor.
Más allá del despilfarro que ha supuesto inventar una campaña de promoción que incluye una crema de «Protección Lunar by TramNochador», presentada ayer tan graciosamente, lo que duele de estas gansadas y subterfugios es que la Generalitat subraye el descanso que el plan supone para hostelería, pubs, familias y bebedores de todo sexo y condición, que se evitan estar pendientes del engorro de las multas, los puntos y los policías locales. El siguiente paso será subvencionar la primera copa.
Sé que lo estoy describiendo muy mal; sé que no atino a enfocar la desazón que todo esto, tan cercano al reconocimiento de un colosal fracaso colectivo, produce a miles de personas convencionales que pensamos que la autonomía no fue creada para tapar, edulcorar y aplacar los defectos y carencias educativas de las familias. De verdad: si en la nota de prensa de la campaña «piensas mientras bailas» se dice que la media de los jóvenes valencianos se inicia en el botellón a los 14 años, ¿no habría que ser más expeditivos en vez de gastar dinero y energías en estas bobaliconerías?
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