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Paco Cano, en la plaza de toros de Valencia. /PEPE SOTO
«Mis fotos son buenas porque he sido torero y disparo en el momento justo»
FRANCISCO CANO, "CANITO", FOTÓGRAFO DE TOREROS INVENTOS TRAGEDIA RECUERDO JUERGAS LONGEVIDAD

«Mis fotos son buenas porque he sido torero y disparo en el momento justo»

Sigue recordando a Ava Gardner: «La he tenido en mis brazos, pero no me he acostado con ella »

PPLL

Domingo, 22 de noviembre 2009, 10:20

-Su primera profesión fue la de profesor de natación.

-Sí, en el Postiguet de Alicante. La playa del Postiguet la hicimos mi padre y yo.

-¿Qué es hacer una playa?

-Quitamos las barcazas, la limpiamos con el rastrillo, pusimos tolditos y sillas que habíamos comprado en el rastro. Construimos un balneario, el balneario Madrid, y cobrábamos a 25 céntimos la silla de sombra. Eran casetas como las de San Sebastián. Yo bañaba a los niños de seis meses y a las viejas de noventa años, pero dedicaba especialmente el tiempo a las muchachas de 15 a 25 años. Los bañadores eran sacos de arpillera: me acuerdo cuando se tiraban al mar y se les subía el saco. Llegamos a tener dos mil sillas.

-Parecía un buen negocio.

-Lo era. Pero acabada la guerra, el Ayuntamiento nos lo cerró. Yo, con 17 años, cogí un cuchillo para matar al alcalde, un tal Soler (acabada la guerra, el alcalde de Alicante fue Ambrosio Luciáñez; Agatángelo Soler fue alcalde de 1954 a 1963). Mi padre se dio cuenta y me pilló en la escalera esperando al alcalde con un cuchillo y empezó a darme guantazos. Tuvimos un disgusto grande grande.

-¿A qué se dedicaba su padre?

-Era un novilleterete corriente, Vicente Cano, Rejillas.

-De ahí le viene su intento de ser torero.

-Un día se escapó un toro del matadero de Alicante y se fue a la playa. Desapareció todo el mundo. Un guardia de seguridad, con casco y un sable, intentó detenerlo, porque creía que era manso, pero empezó a darle cornás y le quitó el casco y hasta el sable. Yo entonces cogí un mantel de nuestro bar, La Primitiva, y lo toreé en las palmeras, en el mismo paseo, hasta que vinieron laceros.

-Su primera corrida.

-Luego salté de espontáneo en Alicante. Me metieron en la cárcel. Me llevé todos los piojos, chinches y ladillas. En la guerra también toreé para los comunistas y para la FBI; no, la FBI no, la FAI. La FBI es la policía. Toreando para los comunistas, una cornada me arrancó lo de abajo, la documentación; se quedó la cosa, las bolas, colgando. Me decía el médico, don Ramón Guillén Tato, Currito, tranquilo que te quedas nuevo. Joder nuevo: me he casado tres o cuatro veces, tengo seis hijos registrados y dicen que en América tengo otros dos, pero no los conozco.

-Creo que el carnet de torero se lo dio Marcial Lalanda.

-Sí, y el secretario fue Luís Suárez, Magritas.

-También fue boxeador.

-Ah, eso. Tenía yo 16 o 17 años y trabajaba en una fábrica de tejas. Un día me enfadé con un muchacho que era pequeño, como yo, y creía que podía con él, pero me dio una paliza: yo le pegué seis y el me pegó 706. Poco después iba por las ramblas, lo vi y le pregunté a un amigo: ¿aquél quién es? El campeón de España de boxeo. Ay, la madre que lo parió, era Young Ciclone.

-Y quiso imitarlo.

-En Las Carolinas había un boxing, un gimnasio, y me apunté para devolverle los golpes haciendo guantes con él. Luego nos hicimos amigos. De él y de otro al que fusilaron, no sé si Franco o los rojos. Después de tumbar a dos por KO, que es de lo mejor que me ha pasado en la vida, me preparé para un campeonato en Barcelona, pero me dijo mi padre: como no vengas con el cinturón de campeón, no entras en casa. ¿Sabes lo que hice? No ir a Barcelona.

-Y por fin la fotografía.

-Gonzalo Guerra Banderas, al que yo conocía del balneario porque ayudaba a su madre, se jugó la vida por mí, ya que estuve escondido en su casa de Madrid durante toda la guerra. Era un químico de la perfumería Floralia, que era la mejor que había en España. Entre él y yo cortamos tubos, pusimos unos sobre otros, los soldamos y los acoplamos a un objetivo y a una cámara vieja. Luego en la plaza de las Ventas, medimos con una cinta: se ponía a 15 metros, enfocaba y con una serreta marca el tubo. Luego a los 20. Fue el primer zoom. Si lo hubiese patentado sería archimillonario.

-¿Y sus primeras fotos?

-Al torero Alejandro Montani, El Sol del Perú. Cuando los fotógrafos me vieron con el invento todos empezaron a reírse, pero después las vio un banderillero, Miguel Alonso, Miguelillo, primo hermano de Eugenio Fernández, Angelete, al que había dado la alternativa Manolete y fue alcalde de Baños de Montemayor. Cuando vio la foto, dijo: Curro, qué fotos, dámelas, que se las voy a llevar a El Sol del Perú. Se las lleva y dice: Curro, tienes que hacer 28 docenas. ¡28 docenas! Abrí los ojos y dije: ya está. Ya está aquí el pienso.

-Y estaba.

-Empezó a llamarme la gente: Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, que se me ha quedado ciego, pobrecito; Arruza, Manolete, Pepe Martín Vázquez, que está en casa con un tacatá; Dominguín. Todas las figuras. ¿Tu eres Cano, el fotógrafo? Vente conmigo. He vivido mejor que un rico.

-¿Qué es vivir mejor que un rico?

-No tenía que pagar contribución ni nada. Iba con ellos parriba y pabajo, cono una vedette. Cano, por aquí, Canito por allí. Empecé y hasta ahora. Como decía Luis Miguel: tú siempre con los ricos, a los pobres que les den.

-¿Cuál es el secreto de una buena foto en los toros?

-Las fotos me salen bien porque como he sido torero conozco el momento justo en el que hay que disparar. Unos lo hacen demasiado tarde, otros demasiado pronto.

-Cuénteme cómo consiguió las fotos de la cogida de Manolete.

-Realmente yo fui a Linares con Dominguín, porque me debía unas fotos y no me quería pagar. Allí estuve con Manolete una hora y pico hablando en su habitación; el pobre hombre había tenido un disgusto con la familia, que eso me lo voy a callar para mi. Ya estoy harto, dejadme tranquilo, decía. Luego fue la cogida.

-Y usted, a hacer fotos.

-Primero en la plaza, luego en el hospital. Se oía un gota a gota. parecía lluvia, pero es que la sangre había traspasado el colchón y caía en un cuña.

-¿Qué ocurrió después con las fotos?

-Mandé el carrete desde Baeza a Madrid en tren. Al principio se publicaron muy pocas, cuatro o cinco, porque tuve un pleito muy grande con la prensa del Movimiento, el Dígame, El Ruedo, que no querían pagar lo que tenían que pagar. Fue pasados uno años cuando cobré: casi un millón de pesetas saqué por una foto inédita. Desde entonces he descubierto que los periodistas son unos rateros. Te borran el nombre para no pagarte la foto. Tengo a unos cuantos que han hecho libros y han puesto mis fotos: ni me han pagado, ni siquiera me han regalado 20 libros. Qué poco respeto y vergüenza.

-En la época de Manolete, ¿cuánto cobraba por una foto?

-No sé: tres pesetas, cinco, doce pesetas.

-Se nos pasa la entrevista y no hablamos de Ava Gardner.

-Gran señora, que me quería muchísimo. Es la mujer más guapa que ha habido en el mundo. La he tenido en mis brazos, pero no me he acostado con ella. En el metro se reían de mí porque llevaba la cara llena de carmín, y al llegar a casa mi hija me decía: qué vergüenza, cómo se te ocurre ir así. Y cuando me miré en el espejo me dije: pues no me lavo, porque son besos de Ava Gardner. Me regaló una guitarra y me la dedicó: "A Canito para que toque para mi". Y la vendí hace 20 años en 200.000 pesetas. Que no debería haberla vendido, pero mira.. Me quería con locura.

-Su ídolo.

-Y eso que hice de, ¿cómo se llama?, de celestina, para que se acostara con Carlos Arruza. A Arruza le ayudamos a saltar la tapia de la casa de Gardner en la Moraleja y le dijimos que no había perro ni llave en la puerta. Y allí se quedó el pobre. Vaya pobre. Luego yo le preguntaba: Carlos, ¿qué tal te portaste, mano?

-Y Hemingway.

-Joder, don Ernesto. En Pamplona le pegábamos a Las Campanas y nos arreábamos un par de botellas cada uno. Nos sentamos en el suelo y paramos el tráfico.

-Vaya juergas.

-En una de esas, y en medio de la tajá que llevábamos, me invitó a su cumpleaños, que era quince días después. Yo cogí el avión para Málaga creyendo que ya no se iba a acordar, y me estaba esperando en el aeropuerto. Es más: saltó la valla y se metió en el mismísimo campo de aviación para abrazarme.

-Ya veo que eran amigos.

-Otro día, por unos fuegos artificiales llamaron a los bomberos. Cuando llegó el capitán, don Ernesto le quitó el casco y se lo puso él. Mira: yo creí que le pegaba. Pero a los veinte minutos estaba el capitán en calzoncillos y divirtiéndose con él.

-Locura tras locura.

-Otra. Hemingway me dijo: ponte ahí de perfil con un pitillo en la boca; verás como te lo quito de un tiro de escopeta. Me negué, claro. Pero Antonio Ordóñez, que vio la escena, me dice, déjame a mí. Y se puso él con el cigarro. Don Ernesto le disparó y le cortó el pitillo.

-A Orson Welles también lo conoció.

-Welles era un genio.

-. Y a Sofía Loren, a Deborah Kerr...

-Con Sofía Loren he estado poco; con Deborah Kerr, algo más.

-.Gary Cooper

-A Gary Cooper le di un vaso de vino y otro y otro, y lo tuve que parar: Gary, que esto es peor que matar indios.

-¿Cómo conocía a tanta gente?

-Los conocía porque me llamaban a las fiestas para hacer fotos. Por ejemplo, las fiestas que daba en Toledo el ganadero Pedro Gandaria, familia de los Urquijo, aquéllos que mataron. Para hacer fotos o para matar una becerra.

-Faltan españoles. Lola Flores.

-Tengo amistad con Lola Flores desde que actuaba con Caracol (baja la voz): de cuando en cuando se pegaban; Lola le daba con el zapato.

-Y valencianos. Como Concha Piquer.

-Concha Piquer tenía en la barriga leones. Un carácter muy violento. Un día me dijo: vamos a hacer un reportaje de mi ganadería, que eran becerros de carne. Y cuando hacía las fotos ella no dejaba de pegar gritos. Hasta que le dije: doña Concha, que yo soy valenciano, no me grite por favor, dígamelo cantando, que lo hace mucho mejor. Empezó a reír y a dejar de gritarme.

-Estaba casada con otro torero.

-Márquez era también muy amigo mío, porque íbamos mucho a Chicote y a El Abra, en la acera de enfrente. Allí estaban las mejores gachís de Madrid. Allí me juntaba con Ortega y Gasset, con Domingo Ortega, Sebastián Miranda, Juan Belmonte. Belmonte llevaba su sombrero de huevo frito y decía: "Mi mi hi hija -era tartaja- está escandalizada porque vengo a El Abra. Pe pero ahí van mujeres malas, pa papá. Pues yo no las veo tan malas, coño".

-¿De todos aquellos amigos y famoso, quién le queda?

-Se han ido muchos, muchos, muchos, Ahora me dicen: Cano nos vas a enterrar a todo el mundo. Eso quisiera yo.

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