La petición de perdón por la expulsión de los moriscos
J. ANTONIO DOMÉNECH CORRAL
Martes, 24 de noviembre 2009, 04:33
Continuamos inmersos en la memoria histórica del IV centenario de la expulsión de los moriscos, decretada por Felipe III el 22 de septiembre de 1609, siendo el Reino de Valencia el primero en llevarla a cabo a instancias del mismo rey. «Para que fuésemos el ejemplo para todos los demás reinos», en el modo ordenado y respetuoso que deseaba se hiciera.
Y luego de 400 años, entidades islamistas que se consideran herederas de aquellas víctimas organizaron en el Rectorado de nuestra Universidad, la primera semana del presente mes, un congreso internacional sobre el tema «El Islam cercano. Los Moriscos Valencianos». Su finalidad: «Para rememorar esta efeméride que marcó nuestro pasado, presente y futuro. y que no debe conmemorarse como una celebración, sino como una reflexión sobe una etapa fundamental de nuestra historia», según panfletos informativos. Pero en el fondo de las cuestiones planteadas y en sus debates siempre parecen añorar una petición de perdón por parte de las autoridades actuales, representantes de las que llevaron a efecto el acontecimiento.
Pedir perdón por un acto cometido, causante de daños de cualquier tipo, es gesto que enaltece tanto al ofensor como al agraviado si lo otorga. Pero acompañado de la oportuna reparación y del propósito de no reincidir el causante; y está claro que para este entendimiento se requiere la presencia de las dos partes en conflicto, cuando en el caso que nos ocupa únicamente sobrevive la memoria del acontecimiento. Debería, pues, bastar a la actual parte morisca el hecho de que no se haya repetido la acción reprobada y aún dado el fenómeno opuesto; y así ahora dispone de una mezquita en nuestra ciudad y dispersos por su entorno, ultramarinos, bares, kebabs y más comercios que explota y permite desenvolverse holgadamente. En resumen, que la historia pasada fue la que fue por sus circunstancias y debe asumirse aceptando las lecciones que transmite; que por eso está considerada, desde el clásico Cicerón, como la «magistra vitae» (=maestra de la vida).
Ya sé, dirán algunos, que el gran papa Juan Pablo II no tuvo reparo en pedir públicamente perdón al mundo más de cien veces, y sin reclamar intercambio, por los errores de los hijos de la Iglesia cometidos en el transcurso de la historia: cruzadas, inquisición, holocausto judío, pueblos africanos, indios americanos, esclavitud, racismo, separación de iglesias cristianas, etc. Pero es que él era en vida un santo fuera de serie.
No obstante, por si quizás pudiera servir de consuelo a la atribuida representación morisca, se recuerda que a partir del año 1846 dejó de celebrar la ciudad de Valencia una procesión cívica que en 1610 habían dispuesto sus Jurados tuviera lugar para siempre cada 21 de noviembre. «Para dexar eternizada la memoria de esta expulsión como se hace con la conquista del Reyno el día de San Dionís», según el cronista y testigo de excepción, Gaspar Escolano, en su 'Historia de la Coronada Ciudad y Reyno de Valencia' (1610).
Venía ya saliendo a la calle más de doscientos años sin interrupción, tomando parte en ella solo los canónigos y gremios con sus estandartes; siendo el recorrido, partiendo de la catedral después de pronunciado un sermón sobre la historia de esta expulsión, las calles del Palau, Avellanas, Milagro, San Cristóbal y Libreros, deteniéndose en la Iglesia del Patriarca y continuando hasta la iglesia de San Estevan, donde finalizaba. No hubo disposición oficial para su paralización. ¿Fue quizás una tácita y popular petición de perdón?
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