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RAFA MARÍ
Miércoles, 27 de septiembre 2006, 06:25
Mayrén Beneyto, presidenta del Palau de la Música, visitó en el verano de 2005 la casa de José Iturbi en Los Ángeles. Tomó notas y se interesó por el conjunto del patrimonio y el estado de la lujosa mansión. Pero no pudo llegar a más concreciones debido a lo complicado de la situación.
La heredera del músico valenciano fue Marion Scabury, su fiel secretaria y compañera durante muchos años. La mujer y la única hija del pianista, María Iturbi Giner, habían muerto trágicamente. Iturbi falleció en 1980, a los 85 años. Scabury murió en enero de este año, dejando todo su patrimonio a su ahijada, Donelle Dadigan, de origen rumano.
Así las cosas, la falta de un heredero claro ligado histórica y emocionalmente a la memoria de Iturbi, hacen peligrar la unidad y destino del legado del pianista. La mansión de Iturbi en Los Ángeles se ha puesto recientemente a la venta.
Inocencio Arias, cónsul de España en la ciudad californiana, se interesó por la residencia. Quería comprarla y convertirla en sede del consulado español. Pero el muy alto precio de la mansión le hizo desistir. La agencia inmobiliaria pide 14 millones de dólares por ella, pese a que para ponerla en condiciones hay que realizar costosas obras en los techados.
Once pianos y varios clavecines
En el verano de 2005, la presidenta del Palau de la Música de Valencia, Mayrén Beneyto, viajó a Los Ángeles para interesarse por el legado Iturbi. No por la casa, que eso no tenía sentido, sino por los once pianos que hay en la casa y por varios clavecines.
Beneyto tanteó la posibilidad de llegar a un acuerdo con la Fundación Iturbi (cuyos estatutos son confusos en algunos aspectos) para establecer convenios culturales. El enfoque aportado por Donelle Dadigan impidió llegar a un arreglo.
El Ayuntamiento de Valencia no ha desistido de conseguir parte del legado. Mayrén Beneyto afirma que la alcaldesa Rita Barberá tiene un especial interés en adquirir al menos dos de los pianos de la mansión, uno en el que tocaba habitualmente José Iturbi y otro el de su hermana Amparo. Beneyto ha transmitido el deseo al cónsul Arias, que iniciará las gestiones en nombre de la ciudad de Valencia. Las dificultades a superar son de dos tipos: que los citados estatutos de la norteamericana Fundación Iturbi permitan la compra, y que las exigencias económicas de Dadigan sean razonables.
Pero el legado no sólo se compone de cuadros de la colección de arte de Iturbi (muchos ya vendidos para pagar minutas de abogados en las querellas por la herencia, dice Beneyto). También existen libros, fotografías, objetos personales y numerosos y significados documentos del sello discográfico creado por los hermanos Iturbi en Estados Unidos. El nombre de la empresa y su logotipo no podían ser más valencianos: Turia Records y las Torres de Serranos. Dos huellas sentimentales.
rmari@lasprovincias.es
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