Los videntes del tráfico en Valencia

Todos los conductores somos concejales de tráfico, directores de la DGT y ministros de Fomento en potencia.

Eso parece cuando hablamos de cómo solucionar los problemas de caos circulatorio y de atascos en las ciudades. Todos conocemos la mejor fórmula, y lo que es peor, estamos convencidos de que funcionará porque hemos visto aquello que no ven las autoridades. Tenemos nuestra bola de cristal.

En una palabra, somos más listos que nadie, ¡es incomprensible que no nos fiche la NASA!

Siendo esto verdad, ello no impide que, en ocasiones, la realidad parezca darnos la razón, por ejemplo, cuando se plantea, como ahora, que un túnel solucione los embotellamientos en la salida de Valencia hacia Ademuz tras la construcción del nuevo estadio de fútbol que, según los pronósticos, va a ser una hecatombe.

Conocer estos datos de un informe que maneja el Ayuntamiento en una quincena especialmente negra para el acceso y salida de la ciudad, resulta inquietante. Si tenemos en cuenta que los pronósticos se suelen quedar cortos, los 7,5 kilómetros de retención a los que –según los cálculos– se puede llegar cada día que haya partido, serán el doble. Para eso, hay que reconocerle cierto valor a las pruebas diarias que nos han servido los últimos atascos. El problema, como sabemos, no es el volumen de coches que pueden llegar a taponar la salida para Ademuz sino sus efectos en el tráfico de Pío XII, de las marginales del río y de las Grandes Vías. En una palabra, el colapso de la ciudad.

La solución que se propone es inaudita de tan obvia: un túnel. Lo veíamos en nuestra bola de cristal tanto para Ademuz como para la Pista de Silla pero hubo quien intentó convencernos de que las rotondas eran mejores para ralentizar el tráfico y aumentar la seguridad. Ante semejante memez, el ciudadano, que sufre el atasco sin que dos motoristas le abran paso por decreto, exclamó: “Aquí lo que hace falta es un túnel”. Y acertó.