Discriminación oculta para la mujer
M.ª JOSÉ POU AMÉRIGO
Miércoles, 1 de noviembre 2006, 03:59
Una presencia habitual de inmigrantes en la Comunitat Valenciana puede comprobarse cada mañana por la calle o en cualquier ambulatorio: son jóvenes, mayoritariamente suramericanas y acompañan a personas mayores que no se valen por sí mismas. Es el nuevo servicio doméstico, las nuevas internas, que han cambiado su perfil para adaptarse a las necesidades actuales, sobre todo, a la necesidad de cuidar a las personas dependientes.
Esa necesidad, dicen los datos del CSIC, aumentará un 50% para el año 2020 y, sin embargo, todavía hoy la inclusión del problema entre las preocupaciones de los responsables públicos es limitada a excepción de la Ley de Dependencia.
El cuidado de las personas dependientes que en la Comunitat Valenciana supone 250.000 familias de las cuales la mitad no tiene ayudas oficiales, implica, sin embargo, una discriminación cultural frecuente y oculta: ¿quién cuida de una persona mayor, enferma o discapacitada en el entorno familiar? A menudo, salvo excepciones, es la mujer. Y lo peor no es solo la autoconciencia de ser ella la obligada a hacerlo aun cuando se trate de su suegra, de su cuñado o de un primo del marido. El problema es que el contexto no deja lugar a dudas: ¡no va a ser él quien los cuide!... dirán. La única respuesta lógica a eso es que él gane más que ella fuera de casa porque, de lo contrario, estaríamos ante un caso de discriminación social no asumida en nuestro entorno.
Frente a ríos de tinta sobre la conciliación familiar y la distribución de tareas en casa, se encuentra la cruda realidad: la igualdad ha mejorado muy poco si, para algunos, quien cuida de los dependientes es naturalmente la mujer porque está más capacitada. El planteamiento incide en una percepción incorrecta de la mujer: ninguna de nosotras está programada por la madre naturaleza para cuidar a los demás y aquí no valen los instintos maternos que, quizás, ayuden a dar el biberón pero no a cambiarle el pañal al abuelo.
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