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V. Gallego (i), M. Ramírez, F. Brines, Jaime Siles, L. A. de Villena y organizadores del acto con Claudia Simón.
Valencia

Inolvidable César Simón

Francisco Brines, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Manuel Ramírez y Vicente Gallego recuerdan al poeta valenciano en un emotivo acto celebrado en Benetússer

RAFA MARÍ

Sábado, 25 de noviembre 2006, 04:38

César Simón (Valencia, 1932-1997) fue durante seis años, en la década de los 60, primero profesor y luego director del Instituto Luis Vives de Benetússer. Allí dejó un recuerdo inolvidable, como docente y como persona.

Sus compañeros de aquel tiempo (José Antonio Cañada, Manuel Rubio, José Portalés y Ricardo Llopesa) y varios poetas íntimos de César Simón celebraron ayer en el Centro Cultural El Molí de Benetússer un acto en memoria del autor de , el conmovedor ensayo publicado en el último año de vida de un grandísimo poeta valenciano que estuvo muy ligado a LAS PROVINCIAS con sus artículos semanales.

La alcaldesa, Eva Sanz

El acto, que presidió Eva Sanz Portero, alcaldesa de Benetússer, tuvo como mantenedor a Paco González y reunió en el recordatorio a un extraordinario conjunto de grandes poetas: Francisco Brines, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Miguel Más y Vicente Gallego (Carlos Marzal y Jenaro Talens enviaron comunicación adhiriéndose al acto y disculpándose por no ir a la cita, al estar de viaje). También asistió el editor de Pre-Textos, Manuel Ramírez. El acto contó asimismo, de modo destacado por la carga sentimental que aportaba, con la presencia de Claudia Simón, hija de César.

El tributo al desaparecido poeta consistió en una aproximación a la poesía de César Simón, que realizó Siles, para continuar con intervenciones en las que se recordó de forma muy sentida –César, por su honestidad y profunda sencillez, fue muy querido por todos– cómo era el autor de , obra con la que Simón ganó el Premio Internacional Loewe de Poesía 1996.

“La última conversación que tuve con César fue en el verano de 1997, en un viaje que hicimos a la Ciudad Encantada. Su conversación era apasionante y magnífico su aspecto, nadie hubiera adivinado que sólo le quedaban cinco meses de vida”, rememoró ayer emocionadamente José Antonio Cañada.

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