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Valencia

Un San Pancracio venido de Pekín

M.ª JOSÉ POU AMÉRIGO

Lunes, 4 de diciembre 2006, 05:09

Algunos comerciantes chinos han aprendido bien aquello de “business is business”. Bajo ese precepto no diferencian entre vender figuras de Buda, para “iluminar” la casa del comprador; de San Pancracio, para que caiga “el gordo” de la lotería o de Spiderman, para que juegue el niño.

Lo curioso ya no es encontrar todo tipo de figuras en las tiendas bazares cercanas a la estación del Norte, en Ruzafa o en Islas Canarias, sino saber que las redes de distribución tienen su sede en China pero van adaptando su producción a cada contexto. Es el caso que pudimos conocer la semana pasada de una red dedicada a falsificar imágenes religiosas que fue desmantelada por la policía tras la denuncia de una empresa que sufría la copia ilegal. Los falsificadores, al parecer, traían de China las falsificaciones de San Pancracio, San Cristóbal y la Virgen del Carmen, todas ellas fabricadas allende los continentes.

Al margen del hecho delictivo que había detrás de esta red cuesta imaginarse a un grupo de trabajadores chinos fabricando San Pancracios sin saber ni quién fue, ni por qué se relaciona con la suerte ni qué beneficios se le otorgan en aquellos países donde se venden. Posiblemente lo único que sepan es que por estas fechas se incrementa la demanda.

Este caso demuestra que la globalización ha impregnado también algo tan local como la percepción del origen de la suerte. Pocas cosas hay tan autóctonas como la superstición, prueba de ello es que en muchos contextos se atribuye a una cifra o a fecha la existencia de una suerte especial pero varía para unos y otros entre el martes y el viernes 13. La superstición difícilmente puede importarse porque tiene unas raíces irracionales que, normalmente, sólo se aceptan con la leche materna, por ejemplo, el repelús de un andaluz cuando alguien “menta la bicha”, o sea, la culebra. Imposible explicárselo a un chino, a un finlandés o a un argentino. Son cosas tan intangibles pero definitivas como su ADN.

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