La extracción de ruidos urbanos

Cuando se pusieron en marcha las medidas antitabaco en los restaurantes, más de uno auguraba un incumplimiento generalizado de la ley. Sin embargo, los datos que ya se manejan de las inspecciones de Sanidad indican que ocho de cada diez locales valencianos cumple la normativa.

Ciertamente, el cumplimiento de la ley no debería ser motivo de regocijo extraordinario pero, dadas las características de esta regulación y el rechazo social que produjo, lo previsible era que se consiguiera una ficción generalizada de su aceptación.

El éxito que no podía augurarse viene dado, en primer lugar, y hay que reconocerlo, por el esfuerzo que han hecho los empresarios valencianos para adaptarse al nuevo entorno a pesar del esfuerzo y el coste económico que ello suponía.

Pero también hay que decir que ha sido necesaria la rápida aprobación de un decreto que regulaba esta circunstancia y que tenía en cuenta la realidad, es decir, no partía de una situación ideal sino de una situación concreta. Sólo así se puede lograr una aproximación de todos al ideal que marca la ley y por el que esta vela.

El ejemplo de las medidas antitabaco podría aplicarse al terreno de las polémicas normas sobre ruido que están llevando de calle a los empresarios de la zona de Woody. Es cierto que en este caso el tema es más complejo porque no se trata sólo de que los locales cumplan la ley sino de que, en la calle, donde nadie es responsable, haya quienes se olviden de la molestia ciudadana que su juerga crea. Por mucho que hagan los dueños de los locales en ese contexto, en el botellón difícilmente se pueden atribuir culpabilidades excepto a aquellos que participan en él.

Sin embargo sí es razonable que los equivalentes a las inspecciones de Sanidad, es decir, los controles de la policía, vigilen el cumplimiento de las normas. Al menos, mientras no existan extractores de ruido urbano como sí los hay de humos, muchos de ellos fabricados en Valencia.