Zapatero y la semiótica senegalesa

Viendo cómo se las gastan en Senegal con las banderas, aún hay que agradecer que la diplomacia catalana no incluya este país africano entre la prioridad de sus relaciones exteriores. Si así fuera, la tercera guerra mundial no nos llegaría del “buenazo” de Ahmadineyad y su pasión por el perfume “eau d’uranio” sino del talibán del Norte Carod-Rovira al ser recibido por el Gobierno senegalés no ya con la bandera española sino con la de Franco (!), como le ha sucedido a Zapatero.

Dice Senegal que fue un error de protocolo. Seguramente alguien de protocolo se propuso hacer la pelota más que nadie y encargó una bandera “de las de antes” pensando en la republicana, tan querida por ZP, pero el Umberto Eco del lugar –que también los hay en Senegal– pilló la bandera de Franco y decidió ponerla boca abajo como si fuera Felipe V en Xàtiva. “Puro símbolo”, debió de susurrar satisfecho.

La conclusión es que los senegaleses no estaban recibiendo a Zapatero como presidente de la España franquista pues, si hubiera sido así, el águila luciría en todo su esplendor y no boca abajo cual pavo en la carnicería a punto de Navidad.

En realidad, Senegal estaba recibiendo a Zapatero como se siente él de verdad: poniendo en la picota a todo fascista que pulule por el territorio nacional (con perdón) y mostrando continuidad entre la España que fue (en el 31) y la España que él cree que es (en el 2006).

Después de este presunto desaguisado, el PP debería contratar al listo del protocolo senegalés que, tras el éxito, se habrá apuntado ya a la próxima patera. Nadie mejor que él para iniciar otra estrategia de semiótica electoral y presentar la mejor interpretación posible de la anécdota senegalesa: ZP cree en una España por oposición a la anterior. Así, ni es una continuidad de algo que no existió –una República deformada en el recuerdo–, ni puede ser un futuro basado sólo en la negación del presente.