Doña Manolita y el Pradoen Alicante

Mientras los agoreros estadísticos anuncian el enorme gasto de las Navidades, especialmente en regalos y comida, los índices de “consumo” cultural como la lectura de prensa están bajo mínimos en España.

El problema del llamado “consumo” cultural –es decir, de comprar y leer un libro, comprar y escuchar un disco o comprar y ver una película– es precisamente su engañoso cálculo. Primero, porque comprar no significa acceder a su contenido y, segundo, porque el consumo se basa en el deleite y, así, se incluye más bollería industrial que fruta en la merienda de los niños y se acude más al cine de entretenimiento que de autor.

La Navidad es similar al comienzo del curso: nadie protesta por gastarse 90 euros en unas zapatillas de marca pero sí por lo caros que son los libros. Del mismo modo, en Navidad no duele dejarse medio sueldo en lotería de Doña Manolita, en Madrid, o de Santa Catalina, en Valencia, pero sí en comprar prensa, ir al teatro o visitar el Prado, ahora en Alicante.

Es, por ello, una iniciativa digna de aplauso la de acercar el Museo. Durante la inauguración en Alicante, decían los responsables que, gracias a ella, los alicantinos podrán conocer las maravillas que contiene la mejor pinacoteca de España y una de las mejores del mundo. Pero en esa perspectiva hay un error: lo mejor no es sólo que lo conozcan los alicantinos sino todos los extranjeros, especialmente turistas, que se acercan a nuestras costas por su clima y a quienes les da pereza desplazarse por España para ver arte.

Es un ejemplo de la montaña que va hacia Mahoma y que debería potenciarse más. Esa incentivación debe nacer con creatividad, como se hace en otros ámbitos, de forma que sea cómodo y divertido acceder a la vida cultural del entorno. Si los profesores deben hacer sus clases amenas para que los alumnos aprendan mejor, también los agentes culturales deben preocuparse por captar al público perezoso. Les va la vida.