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VICENTE LLADRÓ
Domingo, 17 de diciembre 2006, 08:19
Ayer lo recordaba Mariano Aguilar, presidente de la cooperativa de Puzol, ante los miembros del consejo rector y empleados de la entidad, en la tradicional comida de Navidad. En agosto, productores y técnicos le insistían: vemos poca clemenules en los campos, apenas tenemos cosecha este año. Y Aguilar les decía: esperad a ver dentro de unos meses, que aún es pronto. La realidad ha superado las previsiones más extraordinarias, los árboles están repletos, en Puzol y en todas partes, alcanzando niveles récord.
La clemenules es la de las clementinas, hasta el punto de que en muchos pueblos clementineros de la Comunitat Valenciana se le denomina así, la reina. Es la clementina de la que tenemos mayor producción. Ronda el millón de toneladas en la Comunitat, en un año normal, pero esta temporada es mucho más.
La clemenules supone alrededor del 70% de todo el grupo de clementinas, la mitad de toda la producción de mandarinas y protagoniza el grueso de la campaña de comercialización citrícola, en los meses de noviembre, diciembre y mitad de enero, de tal manera que muchos profesionales del sector aseguran que cuando se acaban las clemenules o las que quedan ya pierden su condición comercial, empieza a languidecer el ritmo de la temporada, las demás variedades no igualan ya su pujanza de ventas y de aceptación entre los consumidores.
La reina de las clementinas
La clemenules, la , centra de manera preferente la crisis de la citricultura en estos momentos, hasta el punto de que apenas hay precios de referencia en el campo, cuando los hay son muy bajos (5-10 céntimos por kilo), lo que prima es apuntar a resultas y todo el mundo coincide en que no se podrá recolectar toda la producción; antes se estropeará buena parte de la misma.
Y sin embargo no hay problemas de demanda, de consumo. Las salidas funcionan a un ritmo alto, quizás más que nunca. Se ve que si son muy baratas sí que se venden y se comen con avidez, y los fantasmas de la demanda quedan arrinconados.
Entonces, si el consumo es alto, ¿por qué están tan bajos los precios, o no hay precios, y muchos comercializadores se esfuerzan por vender a como sea, aunque transgredan el pacto de respetar unos precios mínimos, acordados entre las cooperativas y los comerciantes privados?
Hace unos años, don Vicente Fontestad (padre), un exportador serio, formal y comprometido, desafortunadamente desaparecido, vaticinó que, al ritmo que veía que se estaban plantando nuevas fincas de clemenules, llegará un momento en el que no habrá bastantes manos para recolectarlas ni bastantes bocas para comérselas.
Hasta 9.000 kilos por hanegada
Ese momento anunciado por aquel gran profesional se ha presentado ahora. Nadie sabe las clemenules que hay realmente, pero todos coinciden ya en señalar que estamos ante un cosechón de aúpa, de auténtico récord. Las cifras se salen de toda capacidad de previsión.
Si se puede considerar bastante normal que una hanegada de clemenules dé unos 2.500 kilos de fruta, este año es habitual que se superen los 4.000, que muchas hanegadas lleguen a 5.000, que en bastantes ocasiones se alcancen los 6.000, y todas las cooperativas y entidades comercializadoras cuentan casos en los que se han alcanzado los 7.000, 8.000 y hasta 9.000. Auténticas barbaridades. Agricultores y encargados de la recolección piensan una cosa y luego sale otra muy superior. Se calculan 1.000 cajas en un campo y salen fácilmente 1.600.
La cosecha que la Conselleria de Agricultura vaticinó en septiemnbre que aumentaría un 3,12%, probablemente rebasará con creces el 50%, por indicar un porcentaje redondo que ilustra la envergadura del aumento, aunque entre las que se están quedando en el campo y las que se pueden quedar sin recolectar, nadie será capaz de afinar un certero cómputo global, pero es una barbaridad, imposible de digerir por el mercado en tan poco tiempo.
No se trata de culpabilizar a nadie por los aforos fallidos. ¿Era lo que se veía? En realidad, en muchas fincas, ni se veían tantas. Es lo que suele pasar después de heladas, y ahora se ha juntado eso y la explosión de la capacidad productiva de todo lo que aún no había llegado a su plenitud. Ni los comerciantes más optimistas creían al principio que hubiera más de un 20% de aumento.
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