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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Lunes, 18 de diciembre 2006, 05:24
Alexander Litvinenko, que murió en Londres, víctima del envenenamiento con el material radiactivo polonio 210, no era un espía. Fue un policía de élite, parte del escuadrón dedicado a combatir el crimen organizado, dentro del Servicio Especial de Seguridad, FSB, sucesor del KGB.
Sus tareas no eran políticas, hasta que, según contaba en vida, le encargaron retorcer el cuello de Mijail Trepashkin, preso en el campo IK-13, y de Boris Berezovski, enriquecido en las privatizaciones de Rusia su primer billonario y miembro de la corte de Boris Yeltsin.
En octubre de 2000, Alex Goldfarb, que se había movido en los círculos de los disidentes contra el régimen comunista, Andréi Sajarov y Natan Sharansky, recibió en Nueva York una llamada telefónica de Berezovski, para cuya Fundación Internacional por las Libertades Civiles trabaja.
Atentados con doble intención
¿Podía ir inmediatamente a la frontera entre Turquía y Georgia le preguntaron y guiar a Litvinenko, que escapa de Rusia camino de Reino Unido? Goldfarb aceptó y le llevó a la Embajada de Estados Unidos en Ankara, donde no se interesaron por él. No era político.
La fundación que dirige Goldfarb tiene diez becas dedicadas a mantener económicamente a emigrados políticos rusos durante dos años. Litvinenko recibió una de las becas y se asentó en Londres, en una urbanización donde vivía frente al embajador checheno, Ahmed Zakáyev.
Berezovsky tenía en Moscú buenas relaciones con la trama chechena en la capital rusa y se opuso a la segunda guerra. Se exilió, también en Londres, cuando vio que el cerco de Putin se estrechaba.
Litvinenko presentó en 2000, en Nueva York, el libro Dinamitando Rusia, el terror desde dentro. Es un relato sobre cómo miembros del FSB, del que Putin fue miembro y que comanda un conocido del presidente desde los tiempos en San Petersburgo, Nikolai Patrushev, son supuestamente los verdaderos autores de tres atentados y uno fallido, atribuidos a terroristas chechenos en 1999, y con los que habrían querido crear un ambiente hipernacionalista para justificar la segunda guerra y favorecer la campaña electoral de Putin. Murieron 243 personas.
La fuente principal
¿La fuente principal de Litvinenko para elaborar su libro? El prisionero del campo IK-13, Mijail Trepashkin. Como agente del FSB fue encargado por una comisión pública creada por diputados de la Duma de investigar esos atentados. El promotor de aquella comisión, Sergei Yushenkov, fue asesinado en 2003. Otro miembros de la comisión, Yuri Schekochihin, fue aparentemente envenenado. Murió también en 2003.
En los dos últimos años de su vida, Litvinenko ya no recibía la subvención de Berezovski para vivir en Londres. ¿De qué vivía? El se presentaba como periodista y consultor. ¿Periodista? Era un escritor prolífico. Los receptores de sus mensajes almacenaban decenas de correos electrónicos que con una escritura desordenada daban cuenta de sus últimas teorías conspirativas. Periódicos chechenos publicaban regularmente sus artículos. No parece una fuente de ingresos suficiente.
Tenía fuentes de ingresos ocasionales. Un italiano peripatético, Mario Scaramella, le pagó para viajar a Nápoles y ser entrevistado durante horas sobre las redes del KGB en la política romana. Litvinenko no sabía nada de todo aquello pero se dejó llevar. No confiaba en Scaramella.
Montar un negocio de seguridad
Los servicios británicos de inteligencia le llamaban para extraer información. Al fin y al cabo, el prisionero del campo IK-13, Trepashkin, fue encarcelado por primera vez tras una conversación telefónica con Litvinenko. Le acusaron de colaborar con el MI6 para desacreditar al FSB. No era una fuente como Oleg Gordievski, agente doble del KGB y de MI6 entre 1968 y 1985, cuando escapó a Londres, pero éstos son otros tiempos. El MI6 dedica ahora sólo el 10% de sus agentes a Rusia. Antes eran casi todos. Litvinenko era un personaje menor, pero aún podía vender sus informes a los británicos y a otros servicios europeos y americanos de inteligencia.
En octubre de 2006, Litvinenko recibe dos llamadas telefónicas. Scaramella quiere verle. Evgueni Limariov, ex espía ruso que vive en Francia, le ha enviado un correo electrónico en el que le avisa de que su vida y la de Litvinenko corren inmediato peligro. La suya también. Alguien robó las llaves de su casa en los Alpes en un viaje a Italia y entró en ella. Limariov no ha querido aclarar a los amigos de Litvinenko quién es la fuente de esa información.
La otra llamada es de dos hombres rusos. Andréi Lugovói y Dimitri Kovtún, ambos con un pasado en el KGB. Lugovói había trabajado en el entorno de Berezovski y fue encarcelado, pero se convirtió en un hombre de negocios de seguridad. Kovtún estaba en el Ejército ruso en la vieja Alemania del Este cuando Putin trabajó allí para el KGB. Litvinenko quería crear un negocio de servicios de seguridad.
Litvinenko se entrevistó el uno de noviembre en la cafetería del hotel Millenium, en Londres con Lugovói y Kovtún. Tomó té. Luego, con Scaramella, en el bar Itsu. Tomó sopa y sushi. Esa misma tarde se sintió enfermo.
¿Fueron sus envenenadores tan torpes como para dejar un rastro que conducía directamente a ellos? Si la segunda hipótesis es correcta, todo señala directamente a Dimitri Kovtun. Se han encontrado restos de polonio 210 en Hamburgo, donde visitó a su ex mujer antes de ir a Londres. La hipótesis es que quienes le mataron creyeron que el polonio no sería detectado.
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