A Down le mola ir de marcha

A menudo se dice que la ley y las autoridades van por detrás de la sociedad puesto que ella avanza más deprisa que las lentas decisiones que la regulan.

Sin embargo, hay realidades que nos indican lo contrario para vergüenza de esa sociedad a la que todos pertenecemos.

Para la ley, los chavales con síndrome de Down no tienen nada que les incapacite para irse de marcha, entrar en un pub, echarse un baile, unas risas y un mirar y dejarse mirar. Como los demás.

Para las autoridades, nada impide que trabajen, que estudien o que rueden una película si tienen dotes y vocación para ello. Por tanto si se pueden incorporar a la vida laboral, no hay razón para que no lo hagan a la vida de ocio.

Dice el dueño del pub de Valencia en el que impidieron entrar a un grupo de chavales con síndrome de Down que el local estaba lleno y todos, inmediatamente, pensamos en su actitud como un gesto de discriminación hacia ellos. Sin embargo, por un momento, deberíamos pensar de forma distinta y acordarnos de los demás. Quizás quienes deberían haber denunciado la discriminación a la que estaban siendo sometidos no eran los monitores del grupo sino todos los que estaban allí. A ellos, el dueño del pub les hurtó la posibilidad de convivir, durante su tiempo de ocio, con otros con los que quizás no tienen oportunidad de coincidir.

Lo que demuestra el caso es que no solo existen todavía muchas barreras psicológicas hacia quien evidencia una diferencia sino que los procesos de integración no se pueden desarrollar si no hay ocasiones para ello.

A convivir y a aceptar a cada uno con su peculiaridad –todos tenemos alguna– también se aprende y, para aprender, es necesario repetir, insistir y practicar. Justo lo que el dueño del pub evitó, de modo que, por mi parte y desde ahora, evitaré ir allí. No vaya a ser que me encuentre sin gente con Down...