Los cultivos para biocombustibles cambiarán el mapa agrícola
la producción de materias primas vegetales para las fábricas de biocarburantes ocupará superficies excedentarias, sustituirá otras y aumentará el consumo de agua
VICENTE LLADRÓ
Domingo, 24 de diciembre 2006, 04:11
Las exigencias de cumplir con los objetivos de Kioto, para reducir las emisiones de CO2, y el encarecimiento del petróleo aunque en las últimas semanas ha frenado la escalada han espoleado como nunca las investigaciones, inversiones y decisiones políticas para incrementar la producción y utilización de energías alternativas y renovables.
Junto a los aprovechamientos del viento para generar electricidad y de las placas solares para producir tanto kilowatios como agua caliente, el uso de la biomasa se perfila como uno de los campos con mayor futuro, para suplir a los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) en plantas de generación eléctrica y como biocarburantes de los vehículos a motor.
Mientras se perfeccionan las prometedoras pilas de combustible, los automóviles eléctricos y el uso del hidrógeno en motores de explosión (se dice que el hidrógeno será la gran solución del futuro, pero falta hacerla competitiva y más segura), lo que está teniendo un desarrollo muy rápido es el uso de los llamados biocombustibles para sustituir total o parcialmente al gasóleo y a las gasolinas derivadas del petróleo.
Alternativas en alza
No es nada nuevo. En Brasil hace décadas que se utiliza el alcohol, obtenido como subproducto de sus fábricas de azúcar, para mezclarlo con gasolina. Y Rudolf Diesel, fundador del motor que se bautizó con su apellido, lo hizo funcionar al principio con aceite de cacahuete, mucho antes de que se perfeccionara la obtención de gasóleo del petróleo.
Ahora se trata de generalizar la producción de etanol (rebautizado como bioalcohol) a partir de cereales o remolacha y para sustituir parcialmente a la gasolina, y la de biogasóleo a partir de palma, colza, girasol y aceites de fritura refinados.
Bruselas da 45 euros de ayuda por cada hectárea que cultive estos productos con destino a obtener biocarburantes, lo que ha animado enseguida a miles de agricultores para ocuparse en las producciones alternativas, sobre todo teniendo en cuenta la saturación de los mercados tradicionales agrícolas para usos alimentarios.
Sin embargo, algunos expertos ya han empezado a señalar algunas objeciones al optimismo inicial, y los agricultores de toda Europa reclaman que Bruselas y los gobiernos estatales den más ayudas para rentabilizar estos cultivos. Además, en España exigen que se obligue a las industrias del sector (más de un centenar, en estos momentos) a que compren aquí al menos un 25% de las materias primas que necesitan para producir.
El problema principal que se está desvelando en todo esto es que a las industrias les resulta más barato importar estos aceites y los precios que pueden pagar en el campo español no son suficientemente rentables para los agricultores de aquí ni siquiera con las ayudas prometidas. En cambio, está la decisión política de potenciarlos, por estrategias energéticas, de autoabastecimiento, de frenar el despoblamiento rural y de mantener cultivada la mayor parte de la superficie agrícola.
La palma no se da en España, ha de venir de fuera. Aquí sólo cabe cultivar colza (no en todas las regiones), girasol, remolacha, cereales... Pero los rendimientos unitarios son menores que en otros sitios, incluso dentro de Europa, y para obtener las más altas cotas de productividad hay que regar los cultivos, en secano no van a ser competitivos. Así es que sólo serán rentables en grandes superficies mecanizables y en regadío, lo que, a la vez, va a incrementar el uso de agua y las tensiones entre cultivos e interterritoriales. O sea, que nuevas soluciones, pero con viejos problemas.
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