Unas clementinas bajo el brazo

Los amantes de la fruta que hayan tenido que vivir fuera de Valencia habrán comprobado lo dura que se hace la vida cuando la fruta resulta escasa, es de poca calidad o sencillamente presenta precios prohibitivos.

Por eso, en ocasiones, conviene recordar la calidad de vida que disfrutamos los valencianos pudiendo aprovisionarnos de frutas y verduras frescas de forma regular y segura. Es cierto que en los últimos años las subidas de precio las han encarecido tanto que parecen objetos de lujo pero, a diferencia de otros lugares de Europa, el alto coste se corresponde con la alta calidad, cosa distinta es que ese precio no tenga relación con el que se les paga a los agricultores a pie de campo.

Desde esos presupuestos, el “cabàs” de clementinas que el conseller Cotino ha comenzado a regalar a los niños recién nacidos en los hospitales valencianos no es una mera escena de precampaña.

El mensaje, más que para los críos, que de mayores se verán en las hemerotecas, es para los padres y, a través de ellos, para todos los habitantes de estas tierras. Para ellos, la idea central es sugestiva: si tradicionalmente el nacimiento de un hijo se ha considerado un regalo que proporciona más beneficio que sacrificio –de ahí, el tradicional “pan bajo el brazo” del que habla el refrán–, ese obsequio queda representado con dos quilos y medio de mandarinas.

Es el mismo concepto que subyace a la campaña de las clementinas como una golosina para los niños. Para muchos puede resultar extraño cambiar un “huevo kinder” por una mandarina cuando se quiere “premiar” al hijo por las buenas notas del día, por haberse esforzado en la piscina o por haber ayudado a su hermana pequeña a hacer los deberes; sin embargo, es necesario insistir en la adaptación de esa mentalidad de “comer sano” aplicada a los hijos.

Efectivamente, es un regalo darle una naranja o una mandarina. Lo es para su salud y también para su formación nutricional.