¡Por Dios, es Nochebuena!

Cuentan que en Alemania un taxista consiguió disuadir a un ladrón que pretendía atracarle gracias a que gritó algo así como “¡Por Dios, es Nochebuena!”. El ratero debía de ser un aficionado, un principiante o un “meninfot” pero la cuestión es que el sorprendente recuerdo de tan impropia fecha para cometer actos delictivos, le hizo posponer el atraco y salir huyendo.

No se conocen aún muchos datos, pero no hay duda de que el atracador no era de la escuela laicista española pro-Estado anticonfesional. De haberlo sido, esas dos menciones hubieran sido suficientemente graves para que el taxista se retratara y quedara no solo atracado sino vapuleado, humillado y quién sabe si hasta insultado colectivamente al día siguiente o sometido a una orden de alejamiento global.

El problema no es el atraco pues alguna ministra española diría, tras conocer sus circunstancias, aquello de que robar es “un modo de vida alternativo”. Lo realmente grave es la apelación a dos antiguallas como “Dios” y la “Nochebuena”... ¡Qué barbaridad! ¡Lo que hay que ver!

Semejante doble atrocidad solo ocurre en tierras germanas en las que sus ciudadanos demuestran un sentido común aplastante en las elecciones propias y ajenas, al menos a la vista de Angela Merkel y de Benedicto XVI.

Ese sentido común es el que hace que un taxista exclame “¡Por Dios!” sin enredarse en metáforas laicas con tacto pueril y un tanto pijo para no ofender a no se sabe muy bien quién como algunos pretenden por aquí. Esos están a dos casillas de sustituir el “Por Dios” por un “¡Por la quintaesencia universal!” o “¡Por la fuerza del cosmos sin nombre!”.

Y no digamos apelar a que es “Nochebuena” para evitar el mal... Ante eso, el comando laicista “pro-Cógetela con papel de fumar (la lengua)” diría que es más multicultural decir al ladrón: “Pero ¡persona humana! ¿No ves que hoy es Día de celebración comunitaria de la fraternidad mundial?”. El ladrón se hubiera llevado hasta el San Cristóbal. Fijo.