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PACO LLORET
Viernes, 21 de abril 2017, 23:26
A finales de los años cincuenta, el Valencia vivió su primera sequía prolongada. Desde que ganara a lo grande la final copera de 1954 al imponerse por 3-0 al Barça hasta la conquista de la primera Copa de Ferias en 1962, curiosamente otro triunfo incontestable ante el club barcelonista por un global de 7-3, transcurrieron ocho años sin sumar un título y sin estar presente en una final. Desde el debut del club valencianista en Primera División en 1931, nunca había pasado tanto tiempo sin optar a un título. Esa etapa condenó a la entidad valencianista a perder protagonismo en un momento clave en favor de otros equipos con la televisión en ciernes y la propaganda oficial decantando la balanza.
La apuesta por levantar el Gran Mestalla exigió una gran inversión económica, desvió recursos a la obra y forzó a componer plantillas basadas en gente de la casa, fogueados en un filial competitivo. También llega el final de ciclo para la pareja Pasieguito-Puchades que había alcanzado la plenitud en la célebre final de Chamartín junto a otros ilustres de la talla de Monzó, Buqué o Seguí. La travesía no fue sencilla para el valencianismo pero de la factoría salieron futbolistas que iban a ser santo y seña de la entidad: Manolo Mestre, Vicente Piquer y Roberto Gil fueron apareciendo sucesivamente en las alineaciones de la época en la que ya eran titulares indiscutibles Toni Fuertes y Daniel Mañó, ambos participaron de forma destacada en la conquista de la Copa en 1954- Fuertes marcó dos tantos- mientras que Mañó es el único que además disputó esa y la europea de 1963 ante el Dinamo de Zagreb. A ellos hay que unir el nombre de Sócrates y el de Juan Carlos Quincoces, el zaguero que recogió sobre el césped del Camp Nou como capitán el primer trofeo continental de manos del presidente de la FIFA sir Stanley Rouss, y que a las órdenes de su tío, el legendario Jacinto Quincoces, que habían estado presentes en la final contra el Barcelona en el ejercicio de su debut como valencianista.
De esa camada de jugadores criados en la casa que apareció en la segunda mitad de la década de los cincuenta, Vicente Piquer fue el único que tras cerrar su etapa en Mestalla aceptó jugar en Primera División con otro club: el Málaga cuya oferta mejoraba sensiblemente las condiciones contractuales que tenía en el Valencia. Pese a ello, Piquer, ya en la recta final de su carrera, dudó en aceptar la propuesta del club de La Rosaleda que había regresado a Primera División. El motivo de sus reticencias se fundamentaba en el apego a la entidad que llevaba en el corazón y aunque en ese momento ya no gozaba de la confianza del entrenador y su presencia en las alineaciones no estaba asegurada, Piquer seguía empeñado en demostrar que podía ser titular. Además, su padrino de boda fue Julio de Miguel, presidente del club, quién sufragó el viaje de novios del jugador y su esposa, aunque Piquer interpretó el detalle de forma errónea al ver el cheque y considerar que le estaba pagando una prima pendiente. La edad de la inocencia.
La trayectoria de Piquer se inició en la campaña 56-57 y en su primer partido como local con el Valencia marcó un gol que, a la postre, iba a servir para derrotar a la Real Sociedad por 3-2. Un hecho extraordinario para un jugador que esa misma campaña había disputado 22 encuentros en Segunda División sin lograr ni un solo tanto. No pudo tener, por tanto, mejor arranque su singladura en el primer equipo a las órdenes de Luis Miró. En esa época actuaba como centrocampista defensivo aunque con el paso del tiempo terminó por convertirse en un temible lateral diestro que adquirió merecido reconocimiento por sus implacables marcajes a Paco Gento, el extremo izquierda del Real Madrid, cuya velocidad endiablada y su capacidad de aceleración le convertían en una amenaza constante para los rivales. Piquer le tenía tomada la medida y sabía cómo cortar las penetraciones vertiginosas del cántabro. Sin embargo, cuando se tenía que ver las caras con Enrique Collar, el extremo zurdo del Atlético de Madrid, menos rápido pero más hábil, sufría un calvario para anular el juego de quién acabó jugando su última temporada en activo, la 69-70, en el Valencia. Para entonces Piquer ya había colgado las botas tras haber jugado diez partidos con el Málaga en Primera.
De entre todas esas actuaciones destaca la que tuvo lugar en Mestalla, correspondiente a la segunda jornada de la campaña 65-66. Era el 12 de septiembre y hacía su presentación ante la afición valencianista Juan Cruz Sol que al día siguiente cumplía 18 años, mientras que Piquer, con 30, recogió la ovación del público por los servicios prestados durante nueve temporadas en el Valencia, integrante del equipo campeón de la Copa de Ferias dos campañas seguidas. La victoria se la llevó el cuadro local gracias a un solitario gol de Sánchez Lage aunque las crónicas cuentan que el marcador pudo ser mucho más amplio a favor del equipo de Barinaga pero el portero visitante y los postes lo evitaron. Una tarde llena de simbolismo. Adiós Piquer, hola Sol.
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