Pleno de victorias para un equipo inmortal
Cinco partidos jugados, los cinco ganados. Con esta trayectoria impecable, el Valencia se proclamó campeón de la Copa en 1954
Cinco partidos jugados, los cinco ganados. Con esta trayectoria impecable, el Valencia se proclamó campeón de la Copa en 1954. El torneo perfecto. Siempre jugaron los mismos. No hubo cambios en la alineación. Con Jacinto Quincoces como entrenador se superaron dos eliminatorias antes de imponerse con autoridad en la final. En su trayecto a la gloria marcó 16 goles, una media superior a 3 por partido, y encajó 4, menos de un gol por encuentro.
Exento por sorteo de la ronda de octavos, entró directamente en los cuartos. Su primer rival fue la Real Sociedad. A continuación, en semifinales, se emparejó con el Sevilla. En la final, aguardaba el Barcelona. Hubo desquite. Dos años antes se sufrió una derrota con los catalanes en la prórroga y en inferioridad numérica. El 20 de junio de 1954 los valencianistas se impusieron por 3-0 en la final. Aquel éxito cerró un ciclo. El conjunto de Mestalla había estado presente en 7 finales desde la primera, disputada 13 años antes, en 1941. Un promedio asombroso. Curiosamente, transcurrieron otros 13 años hasta que en 1967, el Valencia volvió a disputar el título copero y ganarlo, esta vez frente al Athletic de Bilbao.
El Valencia concluyó la Liga de la temporada 53-54 en tercera posición, a 2 puntos del Barça y a 6 del Real Madrid, el campeón. Aquel ejercicio cambió la historia del fútbol español gracias a la presencia de Alfredo di Stéfano. Hubo un antes y un después de aquel ejercicio. Los madridistas no ganaban el título liguero desde hacía más de 20 años. El Valencia les aventajaba en el palmarés con tres campeonatos por dos de los madrileños. Desde la incorporación del argentino, la jerarquía futbolística establecida hasta entonces saltó por los aires. En la Copa, que se disputaba tras la conclusión de la Liga, no podían participar los futbolistas extranjeros. El Valencia se vio obligado a prescindir de Faas Wilkes, su rutilante estrella neerlandesa. Tampoco pudo alinearse Di Stéfano; pero sí que podía jugar el barcelonista Kubala, de origen húngaro, nacionalizado español que ya llevaba cuatro campañas jugando en nuestro país.
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El Valencia tuvo 3 semanas de descanso desde su último encuentro liguero, empate a uno con Osasuna en Mestalla, hasta su estreno en la Copa. Sucedió en Atocha frente a la Real Sociedad. El domingo 16 de mayo, el conjunto dirigido por Jacinto Quincoces sentenció la eliminatoria al golear por 2-5 a los donostiarras. Pese al gol inicial de los locales en el primer minuto, la reacción valencianista fue inmediata y desarboló a su oponente. Al descanso, el marcador era de 2-4. Los tantos visitantes llevaron la firma de Mañó, Fuertes, Seguí y Badenes, todos ellos valencianos. Después de frenesí goleador del primer tiempo, en el segundo sólo hubo un gol más, el de Manolo Badenes, que actuó en el eje de la delantera en sustitución de Wilkes.
En las filas realistas se alineaban Ignacio Eizaguirre y Epi, ambos habían sido santo y seña del legendario Valencia en los años 40. Su despedida del club antes de enrolarse con los de San Sebastián coincidió con la conquista de la Copa en 1949 en la final resuelta por un solitario gol del extremo guipuzcoano, si bien el guardameta permaneció todavía una campaña más. En el encuentro de vuelta, sin Eizaguirre en la portería vasca, los valencianistas volvieron a golear: 4-1. Manolo Badenes se erigió en la figura al firmar los tres primeros tantos. El cuarto fue obra de Daniel Mañó. El siguiente rival fue el Sevilla, dirigido por Helenio Herrera, que había vencido en Mestalla por 2-3 en el compromiso liguero en el que Wilkes consiguió su primer gol como valencianista. La Copa fue otra historia. En el duelo de ida jugado en Nervión, se registró el triunfo visitante con el solitario tanto de Seguí.
En Mestalla, el Valencia no dio opciones a los sevillistas y venció por 3-1. Los goles fueron obra de Buqué, Badenes, y Seguí. La final concluyó con una apoteosis valencianista que sufrió lo indecible al principio. Capeado el temporal, llegó el gol de Fuertes poco antes del primer cuarto de hora. Tras el descanso se firmó la sentencia. En apenas 3 minutos, el Valencia marcó dos goles, el primero de Badenes, y a continuación repitió Tonín Fuertes. Todavía quedaba media hora por delante, pero el desenlace estaba escrito. El portero Quique cumplió el deseo de subirse al larguero de su portería y dejar una imagen inolvidable. Le acompañaron en aquella cita: Quincoces II, Sócrates y Monzó, el capitán, en la defensa. La legendaria medular integrada por Pasieguito y Puchades, con Mañó, Fuertes, Badenes, Buqué y Seguí en la delantera. Un equipo inmortal.
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