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PACO LLORET
Sábado, 30 de septiembre 2017, 01:01
Cuando todo parecía perdido sin remedio, con el Valencia hundido en la clasificación camino de Segunda, apareció un hombre tranquilo procedente de Bilbao que terminó por obrar el prodigio de la salvación. Su nombre, Koldo Aguirre. Un entrenador capaz de evitar el desastre en tan solo siete partidos. Tal y como vino se fue, discreto y en silencio. El valencianismo le debe agradecimiento permanente por el servicio prestado. Un hombre sensato que se hizo acreedor a una mejor despedida.
A falta de siete partidos para la conclusión de la Liga 82-83, el club de Mestalla ocupaba la penúltima posición de la tabla empatado con el Racing de Santander, farolillo rojo. El Valencia vivía la peor crisis de su existencia hasta entonces. Una pesadilla que abocaba al descenso. Ni el equipo reaccionaba pese a la innegable calidad de la plantilla ni el entorno salía de su asombro. La perplejidad se había instalado en Mestalla. Un equipo capaz de transitar por Europa sin problema hasta el punto de eliminar al Manchester United a las primeras de cambio o al, por entonces, potentísimo Spartak de Moscú, iba dando tumbos por la competición doméstica, incapaz de vencer lejos de casa ni un solo partido. El panorama resultaba de lo más sombrío y las perspectivas no eran nada halagüeñas.
A principios de marzo, el Valencia sufrió un nuevo golpe bajo de lo más doloroso cuando en el campo de Sarrià perdió por 5-2 un partido ante el Espanyol que dominaba por 0-2 a falta de media hora para el final. El hundimiento parecía servido. Ya se había producido un relevo en el banquillo con la salida voluntaria de Mestre, reemplazada por el yugoslavo Miljanic. Sin embargo, la mejoría esperada no se produjo, apenas hubo reacción, especialmente en los desplazamientos. El Valencia solo parecía sentirse cómodo en su feudo y ante rivales de máximo potencial a los que derrotaba con oficio. Jekyll y Hyde. La perplejidad iba en aumento a medida que avanzaba la competición. El panorama era desesperante y se tomó la decisión de destituir al técnico balcánico tras la debacle de Barcelona.
Pasieguito, secretario técnico valencianista, no tuvo demasiadas dudas a la hora de buscar relevo y eligió a Koldo Aguirre, era la última carta. En un ambiente de desconcierto se requería la presencia de un técnico con criterio y oficio que alzara el ánimo y devolviera la confianza a unos jugadores tan inseguros y desnortados. El técnico vizcaíno había sido un estimable jugador del Athletic Bilbao en los años sesenta, un centrocampista de carácter ofensivo que coincidió con Pasieguito en su última campaña antes de colgar las botas cuándo se enroló en el Sabadell que dirigía desde el banquillo el de Hernani.
Como entrenador, Koldo Aguirre había despuntado en el club de San Mamés aunque se quedó a las puertas de la gloria por dos veces en el mismo ejercicio. En la temporada 76-77 el Athletic alcanzó las finales de la Copa de la UEFA y de la Copa del Rey. La primera la perdió por el valor doble de los goles fuera de casa, puesto que tras caer en el desaparecido estadio Comunale de Turín ante la Juventus por 1-0 se impuso por 2-1 en Bilbao. Un gol de Bettega impidió a los leones, que fueron el primer club español en alcanzar la final del torneo bajo esta denominación, alzar el trofeo. A continuación se midieron al Real Betis en la final copera que ese año pasó a llamarse Copa del Rey. Pese a ir por delante dos veces en el marcador, el choque hubo de decidirse en los lanzamientos de penalti. Los béticos se proclamaron campeones después de dos tandas repletas de emoción.
Koldo Aguirre había estado al frente del Hércules un año antes de aterrizar en Mestalla. Era la campaña 81-82 y los alicantinos terminaron perdiendo la categoría, certificada en la última jornada al empatar a dos con el Valencia en el Rico Pérez. El debut en el banquillo valencianista no se tradujo en el necesitado triunfo, y el choque ante el Málaga, finalizó en empate a uno, marcador se repetiría en la siguiente jornada ante el Sporting en El Molinón. Después vendría la primera victoria ante el Racing en un duelo directo por la supervivencia en Primera. De ahí al final del campeonato se fueron alternando triunfos en casa y derrotas fuera por la mínima y con enormes dosis de infortunio, como por ejemplo en Balaídos, donde tres balones se estrellaron en los palos, hasta desembocar en la angustiosa final contra el Real Madrid, en la que una conjunción astral se alió para salvar al Valencia del descenso.
Evitado el desastre deportivo la entidad convocó elecciones a la presidencia, las únicas con voto directo de los socios. La candidatura encabezada por Vicente Tormo se impuso a la alternativa representada por Vicente Mira. Sin embargo, una serie de disensiones internas resquebrajaron el grupo y se hubo de recomponer tras múltiples dimisiones. Koldo Aguirre esperaba que le ofrecieran la continuidad, pero fue Paquito el entrenador contratado gracias al criterio anterior de los dimisionarios. Así que Aguirre se fue a casa sin levantar la voz y aceptando los hechos. Un comportamiento caballeroso y elegante de un entrenador fugaz pero decisivo.
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