El Montgó, Xàbia y el Club Náutico en una postal de los años 70.

Medio siglo del Club Náutico de Jávea

El ministro Navarro Rubio se construyó una casa junto al mar y tras él llegaron el parador de Turismo y la iglesia de Duanes

F. P. PUCHE

Miércoles, 29 de julio 2015, 00:03

Ahora, cuando se cumplen 50 años de la inauguración del Club Náutico de Jávea (hoy Xábia) parece adecuado glosar no solo ese feliz aniversario sino la «colonización» que muchas familias de la mejor sociedad de Valencia, y también de Madrid, llevaron a cabo en los años sesenta. Para los amantes del mar, que eran la mayoría, el Club Náutico fue una herramienta ideal y el más adecuado centro de reunión social. La tradición se mantiene en las familias, medio siglo después.

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La profunda transformación turística de Xàbia se inició con los sesenta y cuajó en la segunda mitad de la década. Dos urbanizaciones, el Rodat y el Tossalet, iniciaron el proceso. El ministro de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, se construyó un chalet en el Arenal y con él llegó la buena sociedad madrileña: numerosas familias, algunas vinculadas al Opus Dei, profesionales liberales y altos jefes militares. En 1967, Xàbia registró dos novedades clave: el parador de Turismo, promovido por Fraga Iribarne, y la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, en Duanes de la Mar, obra espléndida de los arquitectos de la firma GODB: Dexeus, García Ordoñez, más el ingeniero Gómez Perreta. «El puerto recoleto con sus aguas quietas, está situado a cubierto de temporales entre los cabos de San Antonio, Negro y San Martín, en cuya franja costera bordeada por apartamentos y chalets está en construcción el Parador de Turismo. De cabo a cabo pueden encontrarse playas de arenas de menuda gravilla, de roca viva y un juego final de caletas preciosas en la zona denominada de Cala Blanca en Montañar». La crónica de Ricardo Dasí, Junior, dejó relatada para los lectores de LAS PROVINCIAS la jornada inaugural. La familia Dasí fue una de las muchas que decidió veranear en Xàbia; otros periodistas lo hicieron, como la familia de José Barberá y Carmen Nolla. El "capitán" de esa presencia valenciana al sur del Cabo de la Nao fue el propio alcalde, Adolfo Rincón de Arellano.

El Club Náutico costó cinco millones de pesetas y fue el primero que, además de veleros, albergó yates. Cuatro mil metros cuadrados, seis pantalanes, 100 metros de muelle, otros 60 de atraque, grúa, instalaciones para submarinistas, personal especializado y un club social, con una espléndida terraza desde la que, en días buenos, se veía la costa de San Antonio, en Ibiza. «Estamos tan solo a 46 millas», le explicaron a Dasi tanto el presidente, Federico Noreña Echevarria, como el comodoro, Francisco Martínez Curt. El Club disponía, además, de 10 habitaciones dobles para socios o visitantes, más todas las necesidades de un moderno club social.

Junto con el alcalde promotor del cambio, Rafael Peiró, el teniente general de Aviación José Galán Guerra, uno de los ilustres veraneantes, habló a los postres del almuerzo inaugural: un querido rincón valenciana despegaba, empezaba a volar.

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