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Bajo sospecha
Iñaki urdangarín

Bajo sospecha

La justicia investiga al Duque de Palma por un presunto delito de malversación de fondos públicos, prevaricación y fraude

Zuriñe Ortiz de Latierro

Domingo, 13 de noviembre 2011, 01:37

Sigue el tsunami del euro en las páginas del 'Financial Times' y 'The Economist', se relaja con las aventuras de la montañera Edurne Pasaban y le maravillan experiencias tan increíbles como la del uso de los móviles con GPS para localizar nuevos casos de malaria en Zanzíbar. Tanto que la recomienda en su último tweet. El yerno del Rey, el único de la familia con perfil en las redes sociales, se ha convertido esta semana en 'trending topic', pero no por los comentarios que lanza en Twitter casi a diario desde hace un año. Su presunta implicación en un caso de prevaricación, malversación de fondos públicos, fraude a la Administración y falsedad documental ha abierto los informativos, disparado las alarmas en La Zarzuela -donde la preocupación es «máxima»- y dejado su cuenta en la red de los 140 caracteres en secano absoluto. Ni una coma en toda la semana.

El veterano juez José Castro -infatigable instructor del caso 'Palma Arena', donde está imputado por corrupción el expresidente del Gobierno balear Jaume Matas (PP)-, lleva meses rastreando varias empresas del entorno de Iñaki Urdangarin, vinculadas al Instituto Nóos de Estudios Estratégicos, Patrocinio y Mecenazgo, que el duque de Palma presidió hasta 2006.

Esta entidad, sin ánimo de lucro, gestionada por media docena de antiguos profesores, asesores fiscales y socios fieles del marido de la infanta Cristina, cobró del Gobierno de Matas 2,3 millones por organizar dos foros de turismo y deportes. Pero las facturas no están claras. Según el fiscal anticorrupción Pedro Horrach, que esta semana ha puesto patas arriba en Barcelona las oficinas de cuatro sociedades de este entramado, el Instituto Nóos «fijó unos precios totalmente desproporcionados por los servicios que prestaba para la Administración. Tras recibir los fondos públicos se simulaba (...) la contratación de servicios ficticios a dichas entidades mercantiles o presumiblemente facturados por importe superior al servicio realmente prestado, emitiendo las mismas las correspondientes facturas contra el Instituto Nóos». De está forma, los fondos públicos «acababan en manos mercantiles controladas por Iñaki Urdangarin y Diego Torres», que fue gerente de Nóos entre 2004 y 2006 y que está ya imputado.

¿Los indicios son tan sólidos como para citar judicialmente al esposo de la hija pequeña del rey en calidad de imputado? Es la pregunta de la semana que, al menos al cierre de esta edición, no tenía respuesta. «No hay nada. Es todo mediático», reprochaba, dolido, un familiar directo en Vitoria. «Cuando conozca los pormenores de las diligencias previas, podré pronunciarme sobre su contenido», dijo el viernes Urdangarin en un comunicado con el que rompió su silencio. Añadió que defenderá su «honorabilidad e inocencia desde la convicción de que mi actuación profesional ha sido siempre correcta».

La Zarzuela solo abre la boca para comentar que «respeta» la investigación judicial, mientras digiere el suspenso que le acaba de endosar la sociedad española. Con un 4,89, la Monarquía ha bajado del suficiente por primera vez desde que en 1994 el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) comenzase a realizar una pregunta sobre el grado de confianza que suscitan las instituciones. En 1997, fue la más valorada. Ahora ha cosechado un resultado peor que los medios de comunicación.

Este lunes pasado, cuando saltó el nombre de Urdangarin a los titulares, don Juan Carlos cancelaba su visita al Salón Náutico de Barcelona y al MACBA -mar y arte contemporáneo, dos de sus pasiones- por problemas de salud, aunque había disfrutado unos días antes de una cacería. En Washington, donde residen los duques de Palma desde agosto de 2009, además de ese comunicado hay malas formas por parte de los escoltas que guardan su casa en el acomodado barrio de Bethesda: el precio medio de una vivienda unifamiliar ronda el millón de euros y tienen de vecinos a los Clinton y a numerosos senadores y congresistas.

El padre, muy delicado

La pareja con los cuatro niños soportan allí la tormenta informativa que revienta a diario el secreto de sumario. Los ceros de los contratos que, presuntamente, ganó a dedo suben a la misma velocidad que se publican correos electrónicos más o menos comprometedores. Con la que está cayendo, Iñaki, 'Txiki' (pequeño) como se le conoce en Vitoria, no acudió ayer al 25 aniversario de su promoción del colegio Marianistas de la capital vasca, donde estudió tercero de BUP y COU y se le atragantó la Física. Misa, aperitivo de 50 euros y un montón de recuerdos se perderá este guipuzcoano de Zumarraga, que el 15 de enero cumplirá 44 años. A varios de esos compañeros que no pudo abrazar ayer, les felicita todas las Navidades y, si puede, echa con ellos en verano un partido de pádel en el Estadio, el club deportivo vitoriano que gestiona su hermano Mikel, cuyo nombre por cierto aparece en una de las facturas investigadas por el juez Castro.

'Txiki' ha ganado seriedad y aplomo, pero con pantalón corto en las canchas o con vaqueros y una cerveza en la mano, para sus amigos y alguna que otra 'ex' sigue siendo el «tipo entrañable, cariñoso, bromista y sencillo de siempre». Iñaki viaja varias veces al año a Vitoria, donde viven sus padres y la mayoría de sus seis hermanos. Lo suele hacer con su mujer y los cuatro críos en Nochevieja y verano, como mínimo. Casi siempre duermen en casa de los aitas. Pero esta última temporada se ha prodigado más de lo habitual. Su padre, Juan María Urdangarin, ingeniero industrial, expresidente de la Caja Vital nombrado por el PNV y profundo abertzale, está muy delicado. Las visitas de Iñaki han sido tan discretas como lo es el resto de esta familia numerosa que habla cinco lenguas -inglés, francés, castellano, euskera y catalán- y hace piña.

Cuando Iñaki era el zurdo más codiciado del F.C. Barcelona y de la laureada selección nacional de balonmano, la de los bronces en Atlanta 96 y Sidney 2000, la primera llamada después de cada partido era para este hombre estricto que le llevaba todos los domingos a misa con paso firme. Juan María y Claire Liebaert -una elegante belga con algún blasón en el árbol genealógico- se preocuparon de que todos sus hijos tuvieran estudios universitarios. El duque no fue el que más hincó los codos, pero al final se diplomó en Ciencias Empresariales en la especialidad de Recursos Humanos por la Universidad de Barcelona y brilló en el deporte. Con la medalla de bronce en el cuello, encandiló en Atlanta a la infanta Cristina. Apenas un año después se casaron en la Ciudad Condal. Vivía de su sueldo del Barça y de las primas de la selección, con la que llegó a jugar 175 partidos. También de sus primeras inversiones: algo modesto, un negocio de hostelería con dos amigos. Luego aumentaron los compromisos con la Familia Real, se olvidó del balonmano y mejoró su currículo académico con un máster en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE) de Barcelona. Recogió el título entre los aplausos de sus padres y su suegra y se lanzó al mundo de los consejos y las asesorías, sin olvidarse de las cuestiones sociales y culturales. Su intento, y el de la Casa del Rey, de seguir vinculado al mundo del deporte a través del Comité Olímpico Español no cristalizó.

A los duques de Palma, con calle en la capital balear y el cariño de los vecinos ganado por su naturalidad, se les empezó a ver especialmente cómodos en la isla donde Cristina tenía a uno de sus mejores amigos: Pepote Ballester. Exregatista y medalla de Oro en las Olimpiadas de Atlanta 96, enseguida trabó una íntima relación amistosa y laboral con el duque, que ahora investiga la Policía, la fiscalía anticorrupción y el juzgado de instrucción número 3 de Palma. Ballester, exdirector de Deportes del Gobierno de Matas, fue detenido el 5 de agosto de 2009 por un presunto caso de corrupción relacionado con la construcción del pabellón deportivo 'Palma Arena', que costó el doble de lo inicialmente presupuestado: de 48 a 100 millones. Diez días más tarde, Iñaki y Cristina hacían las maletas con destino Washington: Urdangarin fue ascendido a consejero y presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica para Latinoamérica y EE UU.

Telefónica paga la casa

La compañía paga el alquiler de la casa y el colegio de los niños en el Liceo Rochambeau (algo más de 32.000 euros al año por la matrícula de los cuatro), donde comparten pupitre con nietos de la emperatriz Farah Diba. Además, claro, del sueldo del yerno del Rey, que podría rondar los 600.000 euros anuales.

Con el caso 'Palma Arena' en plena ebullición, Pepote Ballester detenido y la acusación de falta de transparencia en las contrataciones realizada por los socialistas, comenzó a extenderse en algunos círculos cercanos a la Familia Real que la aventura americana de Urdangarin tenía que ver con la dimensión que estaban alcanzando sus negocios.

Además de presidir el Instituto Nóos, el duque de Palma fue consejero del grupo de medios alemán Bertelsmann, dueño en España de las publicaciones 'G+J' y 'Motorpress ibérica'. La empresa prescindió de sus servicios ese otoño de 2009. También ha sido consejero del grupo vitivinícola Pernord Ricard, el segundo en el mundo en bebidas espirituosas y vinos, con una presencia importante en España a través de las bodegas Domecq.

Lo que hizo o dejó de hacer Urdangarin en el Instituto Nóos está guardado en las catorce cajas que custodian la documentación incautada en las sedes de las empresas de la trama supuestamente corrupta. Los archivadores llevan una pegatina con el nombre de la operación, 'Babel', y la reproducción de una de las torres que pintó Brueghel. La denominación hace alusión a la compleja constelación que rodea a los negocios del marido de la infanta, así como a la variedad geográfica de la investigación, que se desarrolla en Palma, Barcelona y Valencia. ¿Y el cuadro? Dicen que el maestro flamenco se inspiró en el Coliseo romano para pintar su Torre de Babel, monumento a la vanidad del hombre y su inconsecuencia.

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