LA FÁBRICA DE ALUMINIO

Una de las mayores industrias que ha tenido nuestra ciudad, y prácticamente la última que queda, es la siempre llamada fábrica del aluminio, rebautizada en numerosas ocasiones con aquellos nombres comerciales dependiendo de su propietario en cada momento. Desde la inauguración en 1955 con Aluminio Ibérico, Alcan, Endasa, Inespal hasta el actual Alcoa, en manos estadounidenses. Un sin fin de cambios estratégicos y financieros, pero que a la postre nos han llevado a la situación actual. Una situación peliaguda y complicada para los trabajadores que allí siguen, al pie del cañón. Unos verdaderos supervivientes dentro de todo este maremágnum de cambios, recortes y tropelías laborales varias.

Desde hace muchos años, y uno va camino de la cuarta decena ya de existencia, tengo una imagen en la cabeza típica y habitual de la fábrica en cuestión. La tensión en sus empleados ante los continuos vaivenes empresariales y los cortes de tráfico en la carretera que linda con la fábrica y que sirve de comunicación con el aeropuerto alicantino. Así como la quema de neumáticos como acción principal de dichas protestas.

El hastío de los trabajadores siempre ha sido palpable y notorio y conversaciones sobre ello he tenido con algún integrante, no compartiendo nunca esas acciones que, al fin y al cabo, perjudicaban también a los ciudadanos que por allí tenían que transitar y no podían hacerlo. Acciones extremas que, parece ser, no han servido de mucho. La fábrica sigue el mismo camino que en últimas temporadas. Rumores de venta de la planta alicantina, recortes en el sueldo, nuevos expedientes de regulación de empleo, días de 'vacaciones forzadas' En definitiva, un sinvivir para aquellos que se mantienen aferrados a un empleo y a una historia que comenzó hace casi ya sesenta años. Aunque esto bien parece la novela 'Crónica de una muerte anunciada', del gran García Márquez.