burguera
Viernes, 30 de mayo 2014, 08:22
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El principal debate de ayer en Les Corts durante la sesión de control al presidente, por tiempo empleado e intensidad en las intervenciones, fue si Rafael Blasco, él y sus circunstancias, representa al PP. Si era uno de los suyos o no. Al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, sólo le faltó sacar una palangana y lavarse las manos de cualquier huella blasquista. Todos los caminos dialécticos acabaron en el exconseller condenado a ocho años de prisión, protagonista matinal y también vespertino. A cinco minutos de que cerrase el registro del hemiciclo, Blasco acudió personalmente a presentar su renuncia al acta de diputado en Les Corts.
La estructura de las intervenciones parlamentarias durante la sesión de control al presidente siguió una línea idéntica. Dio igual que preguntase el PSPV, que Compromís, que Esquerra Unida.
Primero, la interpelación pertinente, relacionada con la situación de la Comunitat o del Consell, con un sesgo necesariamente crítico. Segundo, la respuesta que pone en valor la gestión propia y en la que se incluyó alguna pulla sobre Andalucía (para el PSPV), sobre Burjassot (donde gobierna Compromís) o sobre Grecia (donde las europeas las ganó la extrema izquierda, Syriza, a la que Fabra equiparó con Esquerra Unida). A partir de ahí, la oposición replica con Rafael Blasco y su vinculación con el PP. Y ya, pues cada uno se atrinchera en su agujero a disparar y sálvese quien pueda. Caras tensas entre los populares; afilada, la de Fabra, que escuchó cómo le llamaron «mala copia» de Camps, que no tiene legitimidad, que tiene que irse, que es cómplice de Blasco... y hasta que debe pedir perdón «a las niñas violadas de Malabo».
El miércoles, la condena del exconseller capitalizó los pasillos de la Cámara a golpe de declaraciones y reacciones. No obstante, la oposición se guardó la munición de mayor calibre para ayer, ante lo cual Fabra intentó blindarse con su gestión del caso, replicando con el modo en que se quitó de enmedio al entonces acusado, más tarde apartado del grupo popular, y actualmente condenado y apestado.
Abrió el fuego el PSPV cuando su síndic, Antonio Torres, instó al Consell a «pedir perdón» por la situación en que se encuentra la Comunitat, ante lo que el presidente le contestó que la crisis es un asunto de todos y que quien debería pedir perdón son los socialistas. Fabra sacó a pasear los resultados electorales en Morella, de donde es el líder del PSPV, Ximo Puig, quien obtuvo 596 apoyos en las primarias, pero sólo 508 en los comicios europeos. «Cuando van con la urna casa por casa pagando dinero consiguen más votos», concluyó Fabra, a quien Clara Tirado insistió de nuevo en que pidiese perdón, y ahí ya asomó Blasco en todo su esplendor. Tirado acusó a los populares de ser iguales que el condenado, uno de los suyos, uno más, como ellos, como los miembros del Consell, a los que nombró y cuyas caras eran un poema.
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Fabra no intentó salvar la cara del exconseller. Ni mucho menos. «Nadie de los que estamos aquí queremos mantener a personas que ensucian el nombre de esta administración, de esta institución y del PP», aseguró el presidente, por lo que consideró que «no se me puede acusar de falta de contundencia, y a otros sí, sobre todo en su partido», en referencia al socialista José Manuel Orengo y su imputación por los créditos pedidos en Gandia.
El síndic de Compromís, Enric Morera, igualmente, arrancó considerando ilegítima la presidencia de Fabra tras los resultados de las europeas, y el presidente, que admitió no sentirse satisfecho con los votos obtenidos, contraatacó recordando que el PP ganó los comicios del domingo. El vicepresidente José Císcar remató en las réplicas recordando que Compromís pasó de ser tercera fuerza política en la Comunitat «y jugar la Champions», a ser los sextos y «casi no entrar en la UEFA», un homenaje a la afición futbolera de Morera, retóricamente muy blando ayer en comparación con el tono del resto, incluida Mireia Mollà, la diputada de Compromís, que incidió en la importancia de Blasco y aprovechó para colar una ocurrencia, que «Rita Barberá no es una ratita pero Blasco sí era el conejo del PP». A continuación pasó a considerar que la condena al exconseller era, igualmente, una sentencia a la política del PP y de sus gobierno autonómicos donde el ausente (pero muy presente) ejerció de conseller en múltiples competencias.
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El último portavoz de la oposición, Ignacio Blanco de Esquerra Unida, hizo su pregunta subrayando igualmente la pobreza en la Comunitat, ante lo que Fabra respondió que la coyuntura mejora. Y de nuevo, en la réplica, el diputado de EU arremetió con dureza, quizá el más virulento, al preguntarle a Fabra si se pensaba que los parlamentarios estaba allí «para hacer el moniato», y le acusó de sufrir alucionaciones y de ser «una mala copia» de Francisco Camps, sobre quien aprovechó para recordar su defensa de Blasco el miércoles. El presidente recordó los datos de incremento en la Comunitat de cotizantes en la Seguridad Social y afirmó que a Blanco esas cifras ni le interesan, ni le gustan ni quiere escucharlas, sino que prefiere oír hablar de Grecia y de la victoria allí de la ultraizquierda. López Barceló, diputada de EU, volvió al tema de la pobreza con un discurso bien abrochado y al grano, si bien su compañera Marina Albiol retomó el asunto estrella.
«Es sólo la primera de las sentencias porque quedan muchas por llegar no sólo del caso Cooperación, sino de otras consellerias por las que pasó. Blasco es un delincuente del PP porque los delitos los cometió siento del PP. Por ello, deberían asumir su responsabilidad política por haber respaldado hasta el último momento a un ladrón de pobres», acusó Albiol.
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Císcar defendió la actuación del Consell, pues «en ningún momento dice que la Generalitat sea corresponsable o cómplice de Blasco. La sentencia demuestra que la justicia funciona y que no hay privilegios para nadie», y aseguró que «seguiremos hasta el final, hasta recuperar el último euro indebidamente sustraído» por mediación de una trama con un protagonista que ayer, a última hora, renunció a su escaño en Les Corts, a quien sustituirá Amparo Sancho, del PP, que vuelve a contar con 55 diputados.
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