Eneas G. Ferri
Viernes, 30 de mayo 2014, 08:52
En las dos ruedas de prensa celebradas ayer hubo una nota común, la de la narración de las dificultades y anécdotas vividas durante los rodajes de 'El Rayo' y 'La despedida'. Aunque la primera se desarrolla desde Cózar hasta una localidad cercana a Casablanca y la segunda por varios países europeos, las coincidencias resultan llamativas cuando las producciones son de corte humilde.
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En 'La despedida', el quipo de dirección sólo se componía del director y los tres actores protagonistas. Por este motivo, «en muchas escenas estaba sosteniendo la cámara con una mano y la pértiga con la otra. Aunque cuando uno de los actores no participaba de la escena, me ayudaba con el sonido», explicó Álvaro Díaz, su director. Por su parte, Ernesto de Nova, codirector de 'El Rayo', comentó que «solíamos viajar con un vehículo 'pick-up' y con ello grabábamos el recorrido del tractor, sin tener cámaras móviles ni nada parecido, intentando no coger baches para no desestabilizar la imagen». En el mismo sentido, detalló que para algunos planos aéreos, el realizador se subió «a un parapente con motor, desde donde mientras volaba iba grabando, aunque parezca que ultilizamos algún helicóptero, no daba para tanto el presupuesto».
Otra de las curiosidades comentadas en ambas presentaciones fue la de los permisos de rodaje. «En una secuencia nos paró el rodaje la Guardia Civil y, como estábamos grabando, aprovechamos los planos. Dimos los permisos y añadimos a la escena la participación acordada con agentes reales que se prestaron a ello», indicó De Nova.
Para una de las escenas de 'La despedida', que trascurre en la Torre Eiffel, «tuvimos que decir que la urna contenía realmente a un amigo para que nos pasaran los controles de seguridad», afirmó Joaquín Abad, a lo que Diego París recordó como «entré a un restaurante, sin pensar en que llevaba la urna, y al verme un hombre casi vomita al verla. En el Coliseo, esparciendo las cenizas, también nos gritaron '¡un morto!', pero la cosa no fue a mayores». «En muchos lugares, muchas personas se sorprendían al ver a tres hombres charlando y riéndose con la urna, mientras Álvaro nos grababa», finalizó Bart Santana.
Finalmente, los dos directores coincidieron en que los guiones estaban «muy trabajados y ensayados», pero que al trabajar a contrarreloj y en ambientes públicos con gente no profesional ni extras, hubo escenas que se repitieron «muchas veces» y otras que «salían a la primera, porque casi ni se tenía que actuar».
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