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RAMÓN BERNABEU
Lunes, 9 de junio 2014, 02:12
Cien años dan para mucho o para poco, según se mire. Esto es lo que deben pensar los beneficiarios de los lotes de tierra que el abuelo del todavía actual monarca Juan Carlos I donó a sus antepasados en usufructo para que cultivasen la tierra y ganarse así el pan nuestro de cada día. Sin embargo, ha tenido que transcurrir casi un siglo antes de que, hace apenas siete años, los herederos de aquellos centenarios pioneros tengan por fin en sus manos la escritura de propiedad de las fincas.
Alfonso XIII concedió allá por el año 1905 esta gracia a un total de 49 familias de Villena con escasos recursos con el propósito de que se ganasen el pan de cada día mediante la explotación agrícola y ganadera de estas parcelas de titularidad pública, cuya cesión fue otorgada en un primer momento en régimen de usufructo. Sin embargo, nueve años más tarde, el Estado dispuso que esas tierras prestadas pasarían a manos de sus moradores si estos resistían al menos un lustro sobreviviendo en las duras condiciones de este paraje boscoso situado en plena sierra de Salinas, alejado de todo contacto con la civilización. Así lo hicieron todos y cada uno de los colonos y su familias, quienes no solo renunciaron a tener cualquier tipo de infraestructura urbana, sino a la educación de sus vástagos o a la imposibilidad de ser atendidos por un médico en caso de enfermedad.
Evidentemente, la situación es bien distinta hoy en día. Los modernos vehículos hacen que los propietarios herederos puedan desplazarse en un santiamén hasta la sierra, en contraste con la viejos carros arrastrados por mulas utilizados por sus antepasados para cargar animales, herramientas, víveres y personas.
Actualmente, los colonos disfrutan de los 25 inmuebles que quedan en pie como casa de recreo para los fines de semana y época estival, principalmente. Solo una persona se atreve a residir durante todo el año en una de estas construcciones levantadas por aquellos sacrificados labriegos y, por lo que cuentan sis colegas, se siente muy feliz sin televisión y rodeado de pinos y carrasca por doquier.
No obstante, pese a que en estas últimas décadas de bonanza a los herederos no les ha hecho falta trabajar la tierra para poder comer, lo cierto y verdad y es que la mayor parte de ellos sigue cultivando su pequeño huerto o, incluso, algunas tahúllas plantadas de olivo o almendro, que son las especies que mejor se adaptan a la extrema climatología del lugar.
Precisamente gracias a que han mantenido la labor agrícola, este imponente bosque de pinos, que abarca un total de 1.542 hectáreas, no ha sufrido ningún incidente de envergadura durante las últimas décadas. En particular, alguno de los incendios tan temido por los agentes y bomberos forestales, pues la inmensidad de la sierra dificulta enormemente el acceso a la hora de combatir el fuego que, de no ser extinguido con rapidez, sin duda acabaría arrasando con toda la masa arbórea.
Sin ir más lejos, hace apenas un mes se produjo un incendio en un punto de la sierra situado en término municipal de Yecla que afortunadamente fue controlado enseguida, por lo que no hubo que lamentar graves consecuencias.
Los herederos de las casas coloniales advierten, no obstante, acerca del enorme riesgo de que el monte pueda prender fuego en cualquier momento. Y es que, desde que hace más de siete años se resolviese a su favor el largo litigio sobre la propiedad de los lotes, la administración valenciana ha abandonado a su suerte este paraje.
Las brigadas forestales, a las que se sumaban operarios eventuales, hace ya años que no realizan las necesarias tareas de selvicultura con el fin de evitar la propagación de las llamas en caso de incendio, algo que no se cansan de demandar tanto los vecinos como los propios bomberos a los que les toca luego enfrentarse al temido fuego.
En este sentido, resulta visible la diferencia existente entre la cara sur, cuyo mantenimiento depende de la Generalitat Valenciana, y la vertiente norte, que está bajo jurisdicción murciana y donde recientemente se han realizado labores de limpieza y poda de la masa arbórea. Por esa razón, los afectados exigen al Consell que dispense a la sierra los mismos cuidados que le brinda el Gobierno murciano.
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